COLUMNA

NEXOS CON LA VERDAD

Edgar A. Mendoza Alafita
Xalapa-Equez., Ver.; septiembre 12 de 2013


“¡Ahora o nunca!”

Hoy en día estamos viviendo lo que muchos mexicanos deseamos vivir, un despertar, que si bien es cierto, es de un sector de la Sociedad Civil, no deja de punzar en el ánimo de muchos ciudadanos.

Hay temor –y lo digo por mí y por mucha gente con las que he platicado- de que poco a poco se vaya apagando éste ánimo, que sea “flor de un día” como en todo lo que nos caracteriza a los mexicanos; pero tengo la esperanza, tal vez muy romántica, de que éste momento sea el parteaguas de otras manifestaciones de dignidad del pueblo de México.

Desgraciadamente vivimos una época de resignación por parte de la mayoría de la ciudadanía, una apatía desesperante. Hoy en día estamos peor que en el porfiriato, ese régimen duró treinta años; ahora nosotros llevamos a cuesta casi treinta y cinco años de neoliberalismo impuesto por tecnócratas apátridas, modelo político-económico que acentuó las desigualdades sociales. Modelo que está despojando al País de sus recursos naturales, pero peor aún, de su identidad mexicana.

¿Con qué cara la clase política – y desgraciadamente también muchos ciudadanos- se van a reunir en las principales plazas del País a gritar “vivas” a los Héroes que nos dieron Patria?

¿Con que cara los legisladores federales y locales, sí, esos que cuando votan leyes antipopulares lo hacen riéndose, bostezando o checando su celular; van a estar parados junto al presidente, gobernadores o alcaldes, todos con su sonrisa de dientes para afuera, vitoreando a los Héroes y mofándose de la “prole” que está en la plaza?

Si Hidalgo, Morelos, Allende, Guerrero, La Corregidora y muchos forjadores más de nuestra Nación vivieran, se volvían a levantar en armas. Porque ellos no iban a andar con cartulinitas en las calles; ja! Ya me imagino a Vicente Guerrero, al Gral. Ignacio Zaragoza, al Gral. Francisco Villa o al Líder Campesino Emiliano Zapata, con sus cartulinas tomando calles, ¡sí, cómo no! Sobre todo éstos dos últimos, a estas alturas ya anduvieran armando su desmadre por todo el País.

Pero desgraciadamente, si así fuera, creo que muy pocos o nadie los seguiría porque ya no hay hombres ni mujeres de ese temple, hoy, como dice un amigo: “Nadie quiere salir de su zonita de confort”; hoy están tranquilos viendo televisa, al “América” y pidiéndole a la “Virgencita de Guadalupe” que les resuelva sus problemas; y ahí están, apaciguaditos con su “chambita, su changarrito y su bochito”.

Allá ellos y ellas, allá los y las que toman café descafeinado, cerveza sin alcohol y tienen sexo sin amor. Allá los desapasionados y desapasionadas, los eunucos y frígidas de Nacionalismo. No sé si puedan ver a los ojos a sus hijos y nietos más adelante.

Cuando Maximiliano de Hapsburgo se encontraba preso en Queretaro esperando a ser juzgado por un Consejo de Guerra, cuentan que en cierta ocasión, Don Benito Juárez parecía escuchar con benevolencia una de las tantas patéticas súplicas por la vida de Maximiliano, entonces Don Sebastián Lerdo de Tejada se acercó al Presidente y exclamó solemnemente: “¡Ahora o nunca!”.

Fue entonces que, cuando la Emperatriz Carlota envió un mensajero pidiéndole a Juárez por la vida de su esposo, argumentando –entre otras cosas- que eran “hermanos Masones”, Don Benito exclamó respetuoso pero enfático: “La Patria es primero”.

Y se escribió la historia.

Yo les digo modestamente a mis compatriotas: ¡Ahora o nunca!









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