Garantizar la
seguridad, prioridad
ALMA GRANDE
Por Ángel Álvaro Peña
Nadie puede negar que en dos años el país haya cambiado. El mundo
ha cambiado. Ver al planeta de manera similar o igual que hace dos años es un
síntoma de miopía de la conciencia y desconocimiento de la historia. Así, desde
la perspectiva de los mexicanos respecto a la seguridad, que también ha
cambiado, debe también interpretarse con ojos frescos, con visión nueva.
La
inseguridad en el país ha desgastado a los gobiernos anteriores a pesar de
anunciar estrategias novedosas que en nada tenían relación con la realidad.
Incluso, se trató de crear el rastreo de armas enviadas a México desde el
vecino país del norte para ubicar a los delincuentes. No hubo resultados. Al
contrario, fue un fracaso. El remedio fue peor que la enfermedad.
Con la
inseguridad no puede improvisarse, de su estrategia dependen vidas humanas. No
se trata de vencer a la inseguridad con los mismos sino un cambio de estrategia
que implique coordinación y liderazgo. Pueden ser los mismos, pero no hacer lo
mismo.
Tampoco
puede apostarse a la violación de los derechos humanos en nombre de la
seguridad como se hizo en el pasado y así lo advirtió el presidente de la
república al decir que con la participación de Ejército en las calles “no
pasará como en los tiempos de Porfirio Díaz, que se aplicaba el ‘mátalos en
caliente’ o represiones como las de 1968 reconocidas por el propio expresidente
Gustavo Díaz Ordaz”.
La
actuación del Ejército en este momento se concentra en combatir la inseguridad.
Los tiempos de impunidad han pasado. Nuestros militares conforman un Ejército
de paz.
La propuesta de intervención de las Fuerzas Armadas en las tareas
de seguridad pública será distinta, porque, aseguró, “nosotros no vamos a dar
la orden de que el Ejército, la Marina reprima al pueblo”, así lo advirtió el
Primer Mandatario.
El
mandatario nacional dijo confiar en que las cosas funcionarán porque los
soldados son pueblo uniformado. Es decir, “la mayoría, hijos de campesinos, de
obreros, de comerciantes, de mecánicos, hijos también de militares”,
Una vez que se añade a las tareas del Ejército salvaguardar la
integridad de los mexicanos, los mismos que aplaudieron esas medidas en el
pasado ahora las rechazan más por consigna partidista que por convicción.
Las dos
razones fundamentales que argumentan los detractores de esta decisión señalan:
la primera, durante la campaña se criticó que los soldados no estuvieran en los
cuarteles que es donde deberían estar según el entonces candidato a la
presidencia de la república. Sin duda tenía razón, obedecía a una situación
donde imperaba la impunidad como todos lo hemos constatado.
Además,
durante las campañas de proselitismo se tiene una visión sobre una realidad
diferente, muy distinta a la que existe dos años después de esa campaña. No
sólo cambia la percepción de la realidad, sino la realidad misma. Todo se
transforma, a veces de un día a otro.
La
segunda argumentación para cuestionar la decisión del presidente de la
república radica en que el país se militariza.
En México
tenemos cierta idea negativa de esa palabra porque nos recuerdan los reiterados
golpes de Estado militares ocurridos en América del sur, que siguen sucediendo,
como es el caso de Bolivia, y la intentona de golpe de Estado en Venezuela.
Siempre contra una democracia constituida, siempre con la ayuda de Estados
Unidos.
Es decir,
la palabra militarización de las calles y caminos del país es ahora inadecuada
ya que la presencia de los soldados mexicanos no obedece a la violación de los
derechos humanos sino a la salvaguarda de su integridad.
Ahora a
los panistas les surge repentinamente la preocupación por los derechos humanos,
a pesar de que durante los sexenios de sus presidentes fue cuando más violencia
se realizó contra la población.
Uno de
los argumentos de los conservadores radica en que la presencia de los militares
en las calles ahuyentará al turismo, precisamente cuando más lo necesita el
país. Una suposición absurda porque dos de los países con más turismo en el
mundo son España e Israel, en ambos la militarización es visible y evidente y
no por ello dejan de visitar esos países los turistas.
La
presencia del Ejército no es para exigir una identificación, ni encarcelar sin
motivo. Los soldados mexicanos son parte del pueblo, no son una élite ni forman
parte de un segmento de la población lejana al resto de la gente. Es por ello
que su visión es diferente, su encomienda es distinta y sus objetivos están
planeados con precisión ante el embate de la inseguridad que no es propia de
México sino de todo el mundo.
El reto
de la inseguridad es mundial. Una realidad que también es transmisible de país
en país y contagioso por la movilidad de los grupos delictivos, de tal suerte
que esta cobertura deberá ser íntegra y coordinada con otras corporaciones
policiacas del país, pero hay una sistemática crítica que trata de impedir
gobernar sin conceder ni ceder un ápice de sus ortodoxias y dogmas que
arrastran del pasado. PEGA Y CORRE. – Mucho se habla en todo el mundo de
una catástrofe financiera, que anuncia la reducción del nivel de vida de la
población más vulnerable. Y por qué no hablar de una nueva realidad. De una
diferente manera de vivir, de un volver a empezar. El pesimismo, el
catastrofismo, la falta de confianza crean en medio de la contingencia mayor desasosiego
en la población; y los medios, para variar, le apuestan a lo peor siempre… Esta
columna se publica los lunes, miércoles y viernes.
angelalvarop@hotmail.com
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