NEXOS
CON LA VERDAD
Edgar A. Mendoza Alafita.
Xalapa,
Ver., julio 05 de 2012.
Post Sufragium triste.
El mexicano puede ver, sin alterarse,
cómo arde un bosque. Es capaz de
presenciar una destrucción o un
despilfarro sin decir palabra. Sabe
que el monte quemado y la tala y la
destrucción y el saqueo y la injusticia
obedecen a un sistema de despotismo,
a intereses superiores e intocables.
(Fernando Benítez, “Los primeros Mexicanos”)
Algo que al corresponsal de The New York Times
le llamó la atención durante estas elecciones es que ni el repudio estudiantil
a Peña Nieto ni las peores acusaciones (que compra los votos, que se coludió
con Televisa, etc.) en nada disminuían su lugar en las encuestas de propaganda.
En cualquier otro país, acotó el periodista, el Candidato se hubiera venido a
pique. En México no.
Una de las manipulaciones propagandísticas más
perversas y sutiles es la de las encuestas.
Una posible conjetura es que así sucede por
razones históricas que vienen desde la Colonia (y que pueden leerse en el libro
de Fernando Benítez: Los primeros Mexicanos) y otra es que la Sociedad
Mexicana, como Cuerpo Nacional, no es ni Cultural ni Económicamente Homogénea.
Dice José Woldenberg que “Es plural esta sociedad…”: sí, pero es una pluralidad
de grandes diferencias entre las Clases Sociales que en las elecciones cuentan
mucho. En otras sociedades —la francesa, la británica, la alemana, la chilena, la
argentina— una denuncia en la prensa puede conmover a la mayor parte de los
ciudadanos. Una crítica puede repercutir en el cálculo de los votos
potenciales. En México no. Ni siquiera el escándalo de las tarjetas de prepago
(que son la gran novedad financiera como instrumento para el lavado de dinero)
pareció incidir en la indignación civil presumible.
Puede uno denunciar en YouTube los más graves
casos de corrupción, con testimonios y pruebas, y todo el mundo lo ve pero el
Ministerio Público no actúa. La Impunidad es la Ausencia del Estado. Pasaba así
en los años 40, 50, 60, 70: se podía publicar en la primera página de los
periódicos y a ocho columnas un caso de homicidio político o una malversación
de los caudales públicos y en el país (en el que ya empezaba a desvanecerse el
Estado) no pasaba nada. La renuncia no rebotaba, Un poco por lo mismo que
sucede ahora: Porque la Sociedad Civil es muy escasa. Es participativa, lúcida
y valiente, pero en la gran pantalla no cuenta mucho. Son más los espectadores
de Paty Chapoy o de otro programa de los chismes de las estrellas que los
ciudadanos que se meten en el río del Twítter.
Ningún medio, por otra parte, se ha detenido a
investigar qué son exactamente las tarjetas de prepago, cuando en muchos
periódicos del mundo y alguna publicación mexicana (la Revista “Expansión”)
denuncian que las tarjetas de prepago o monederos electrónicos (como las llaman
en el PRI) las inventaron los Banqueros para lavar dinero.
En última instancia todo viene de la desigualdad
porque el bajo índice de escolaridad es su consecuencia. Y la poca educación significa
menos Conciencia Política.
Somos un país de pobres. En las ciudades y en
los estratos de clase media para arriba suele olvidársenos que somos un país de
los más injustos del mundo; que más del 50 por ciento de la población vive en
la miseria, que los jóvenes en su mayoría (puesto que la educación superior
sigue siendo un privilegio de las clases medias y altas) tienen que irse a
buscar trabajo en Estados Unidos y que con ellos también se va el semen.
Siendo, pues, ésa la Composición Social y
Económica del País se entiende que la barrera a la propaganda de Televisa y sus
periódicos afines no haya afectado a la gran masa inocente y desinformada que
se deja conducir.
Hay ciudades ágrafas en las que no hay puestos
de periódicos en las esquinas, en las que es más fácil conseguir cocaína que un
diario o una revista o un libro. En las casas no hay libreros ni libros ni nada
impreso. Mucha gente no lee ni el menú. Y ésa amplia parte de la
población se entera del mundo en un 80 por ciento a través de la televisión.
La cena estaba servida, pues, desde el año 2005
cuando Televisa y el PRI de Peña Nieto se propusieron llegar a la Presidencia.
López Dóriga ya habla en un tono presidencial, como si transmitiera su
noticiero desde Los Pinos.
Un País Auténticamente Democrático es aquel en
el que se Recaba bien la Voluntad Popular y se hace Gobierno, sin abusos de
poder, sin agandalles, sin compra de votos, sin sobornos a través de tarjetas
lavadólares. Pasado el simulacro de las elecciones a la
mexicana —con un IFE indeciso, sin autoridad e indolente, inclinado hacia los
intereses del PRI—, se ha visto cómo ha triunfado el Complejo Propagandístico
Empresarial y el poderosísimo aparato de movilización priísta (ese aparato que
está lleno de aquellos a los cuales cuando sus jefes les preguntan la hora,
contestan: “La que usted diga señor…”) y magisterial (las gavillas de Elba
Esther tratando de manipular las casillas), apuntalado con una capacidad
financiera infinita tan incontabilizable como oscura y sospechosa. El hampa se
instala en el poder y empieza el saqueo.
A pesar de todo, queda en la memoria la gran
experiencia de alegría política que se vivió en el Zócalo el miércoles 27 de
junio, un grito de mexicanos mayoritariamente pobres, olvidados y despreciados,
una ovación que todavía puede ser una esperanza.
Y otra vez, como en el mito de Sísifo, hay que
volver a empujar la roca hasta la cumbre.
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