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En vista de que nadie se aventó al ruedo, no agarraron al toro por los cuernos, no se echaron el trompo a la uña, ni nadie dijo “esta tecla es mía” y a petición de Juan Manuel Moctezuma Domínguez, El Güero, asumo la responsabilidad pura, total y absoluta, de editorializar la historia de “El Amigo”, “El Enemigo” y “El Juez”, como un respetuoso homenaje póstumo a don Rafael Hernández Flores, don Pancho y a su hijo, Magdaleno Hernández Muñoz, Maleno, (Q.E.P.D., ambos), inolvidables personajes de fuerte raigambre popular y tuxpeños a mucho orgullo, a quienes tanto admiré, quise y conservo muy en mis adentros, con mucho cariño, simpatía y respeto…¡va por ellos!


El Amigo, El Enemigo, El Juez, La Tremenda Corte…y algo más.
Por: El Gato, (A) “Alberto Ramos Reyes”

Corría el año 66 del pasado siglo, cuando por iniciativa propia y por un golpe de inspiración divina, don Rafael Hernández Flores, don Pancho, tuvo la feliz ocurrencia de poner un puesto de tacos, tortas, horchata y refrescos, afuera del hoy desaparecido Cine Castillo --donde ahora está el hotel May Palace-- frente al parque Reforma -- ambos, parque y cine, de muy gratos recuerdos pues forman parte de nuestra entrañable nostalgia--: viejo caserón de maderamen crujiente, tal vez apolillado, que cuando se ascendía a plateas por la escalinata bastante inclinada, resonaba a cada paso dado; las gradas de hasta mero arriba eran muy empinadas, tanto que daban vértigo, hacían que la pantalla se viera empequeñecida, con una extraña sensación de lejanía y mientras se veían las películas ahí exhibidas, te pasaban zumbando los murciélagos.

La programación, que se publicaba a la entrada misma del cine y en las carteleras colocadas en frente, en el Parque Reforma, eran escritas a mano con gises de colores, programas bastante sui géneris y surrealistas, constaban de películas tipo thriller, melodramas y de vaqueros donde eran tan comunes las balaceras --en las películas, claro está--, que salías oliendo a pólvora, listo y preparado, con el apetito resuelto, para echar taco, torta y horchata --todo con categoría delicatessen--, a la salida, en el restaurant gourmet "El Amigo", donde te atendían siempre con amabilidad, bastante cortesía, muchísimo respeto e innegable simpatía, y en la mayoría de las veces, con desesperante lentitud --por aquello de los rigurosos turnos, ocasionados por la alta demanda de sus productos, acicateada por nuestro voraz e insaciable antojo, mas nunca por impericia alguna ya que eran mucho muy hábiles en todo lo que hacían--, don Rafael Hernández Flores, don Pancho y su hijo Magdaleno Hernández Muñoz, Maleno...¡qué personajes de toda una época!

A fuerza de la costumbre, muy de por acá, de tratarse en forma mutua, entre propietario y clientes, como “amigo” cuando se dirigen entre ellos --en el antiguo DF, el trato es de “paisa”-- era evidente que el puestecito se llamaría “El Amigo”. El puesto, mercado sobre ruedas según ellos, “a según” que constata la foto que engalana a la nota, tuvo un éxito apabullante debido a la especialidad de la casa: tacos y tortas de bistec de cuche --siempre acompañados de refrescante y deliciosa agua de horchata--, con un sabor muy característico, gracias a la pericia de don Pancho para preparar sus famosos y deliciosos antojitos. Poco tiempo después de instalarse, se hizo acompañar por su hijo Magdaleno Hernández Muñoz, el simpatiquísimo Maleno. Y así, padre e hijo, se hicieron bastante populares, por las delicias que ahí vendían, por la amabilidad y simpatía por ambos prodigadas, amén del amor, ahínco y dedicación que desplegaban en todo lo que hacían. Tanto que no se daban abasto para atender a la numerosa y variada clientela que acudía en tropel para degustar tales maravillas culinarias, por llamarles de algún modo.

Fue así como después de algún tiempo, por un golpe de oportunismo comercial, llegó un chilango, chaparrito él, instalando un puesto de tacos y tortas de carne de res --para disfrazar la competencia-- en la esquina derecha a la salida del cine, donde estaba la terminal de los autobuses Flecha Roja y a unos pasos del “Amigo”. La ocurrencia de la gente fue certera y contundente: le empezaron a llamar “El Enemigo”, cuando de forma desparpajada se referían a tal competidor para azuzar al “Amigo” porque se desesperaban por los turnos tan largos y rigurosos que tenían que soportar debido a la demanda: “¡Hey Maleno, sino te apuras me voy con tu enemigo!”...y fue así como se le quedó el nombre al puesto del chilango competidor: “El Enemigo”.
Las batallas --culinarias, por supuesto-- fueron épicas y encarnizadas, que redundaron en beneficio neto para los comensales de los dos puestecitos, de modo que al poco tiempo, se les puso en medio una doña con un anafre, quien vendía gorditas, taquitos, molotes, blanditas y garnachas, cuyo éxito siempre estuvo garantizado por la exquisitez que preparaba. Y así, el exigente público tuxpeño, tuvo una opción más para escoger de toda esa variedad que a su paladar se le ofrecía. Una vez más, la genialidad y desparpajo irremediable e irreductible del tuxpeño, entró en acción, ya que por un golpe de inspiración lúdica, sarcástica e irónica, comenzaron a llamar al puesto de la doña, como “El Juez”. Fue así como se completó --en forma por demás tuxpeña-- el simpático cuadro: “El Amigo”, “El Enemigo” y entre ellos, “El Juez”…para dirimir hostilidades.

Allá por el año 80 del pasado siglo, por esas rarezas que pasan, los puestos fueron removidos del frente del benemérito parque, tal vez por algún reordenamiento del comercio público o lo que sea que haya sido, fueron reubicados en la calle Carranza, entre el bule y la principal y que la gente, de forma por demás jocosa, comenzó a denominar la zona como la “Tremenda Corte”, por aquello del “Amigo”, “El Enemigo” y “El Juez”. El público siguió siendo fiel a ellos y aunado a que la “Tremenda Corte” estaba ubicada cerca a la zona de bares, pronto se incorporaron como clientes consuetudinarios, los trasnochados, los bebedores y los “crudos”, con toda su contumaz impertinencia. Luego entonces, por un golpe de inspiración fúnebre --bastante empresarial, por cierto--, donde desemboca la calle Carranza, sobre la Avenida Juárez, llegó a instalarse la Funeraria Rivas…por si las cosas pasaban a  mayores, por si algo se ofrecía o por si las pasiones incontenibles se desbordaban en la “Tremenda Corte”, entre “El Amigo”, “El Enemigo”, “El Juez”, los trasnochados, los borrachos y los “crudos”.

Al final, “El Amigo”, “El Enemigo” y “El Juez”, terminaron siendo grandes compas, tan fue así, que acabaron siendo compadres, consuegros, cuñados y anexas. Fue una de bautizos, casorios, arrejuntes, parentelas y demás, que en la actualidad y ya ubicados en el presente siglo, hasta ellos mismos se confunden, no saben si desciendan del amigo, enemigo o del juez. La “Tremenda Corte” perdió su razón de ser por tantos entrecruces de parentesco y ahora se le conoce como “La Plaza del Taco” y la Funeraria Rivas, ahí sigue…por si las canijas, sempiternas e inefables moscas.

Túxpam, Ver.; a las 23:55 hrs. del 05 de Febrero del 2016.

Aclaración: Juro por la santa madre que me parió, que lo que se acaba de leer, no es ningún plagio a don Cástor Vispo, natural de la Coruña española, nacionalizado cubano a los dieciocho y autor de la añeja, destornillante, añorada y cubanísima serie radiofónica titulada, “La tremenda corte”, con sus inolvidables personajes: el hilarante, desparpajado, simpático y genial José Candelario “Tres Patines”; la deslenguada metiche, azuzadora flamígera y mancornadora folklórica Luz María “Nananina”; el siempre burlado pero incorruptible, desesperante e inocente --por no decir otra cosa-- “ Tremendo Juez”; el ladino mercenario, pero chistoso --aunque lo ladino no quite lo chistoso y lo mercenario, menos-- Rudesindo Caldeiro y Escobiña; el esporádico y rutilante Guampampiro Canistel y Talanquera… y demás simpáticos personajes. Tampoco fueron fuente de inspiración ninguna para lo narrado, solo se trata de una involuntaria, desafortunada y casual coincidencia. Los personajes y lugares mencionados o descritos en el transcurso de la narración, son todos reales; sólo algunos hechos y circunstancias pertenecen a la ficción, producto de la afiebrada, arrebatada y desbordada imaginería del descocado autor, que por cuestiones absurdas, pretendidas e ilusamente literarias, fueron cambiados, con mucho respeto para los involucrados en la narración, eso sí. De todas formas, las cosas no debieron haber variado tanto, la verdadera historia de seguro tuvo hechos y circunstancias mucho más inverosímiles, más surrealistas y mucho más bucólicas, ya que tratándose de Túxpam, mágica tierra del absurdo, donde todo, absolutamente todo puede llegar a suceder, donde la realidad suele superar a lo ficticio,… incluyendo a la radiofónica serie!!!!!

Agradecimiento: Se agradece a corazón abierto a Edilberto Hernández Muñoz, hijo de don Pancho y hermanado con Maleno, y a su gentil esposa Rosa Ponce Rangel, el que hayan compartido la instantánea que acompaña la nota, ya que sin su espontánea  y generosa aportación, esta sí, verdadera fuente de inspiración de lo supra escrito, éste jamás hubiera sido posible, nunca hubiese visto la luz.

Túxpam, Ver.; a las 23:25 hrs. del Martes 02 de Agosto del 2016


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