Desde el Café
Luis Echeverría la pasará dormitando este 2 de octubre
Bernardo Gutiérrez Parra
Cuando el 1 de septiembre de 1969, Gustavo Díaz
Ordaz dijo en la parte medular de su Quinto Informe de Gobierno: “Asumo
íntegramente la responsabilidad personal, ética, social, jurídica, política e
histórica por las decisiones del gobierno en relación con los sucesos del año
pasado”, Luis Echeverría, que ocupaba una butaca de primera fila en el
Congreso, se levantó de un salto y fue el primero en aplaudir. Su jefe el
presidente lo acababa de exonerar de la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco.
Hay quienes califican aquellas 24 palabras como un
acto de hombría de un estadista valiente, otros dicen que fue el colmo del
cinismo presidencial. Y hay quienes aseguran que si el presidente se echó toda
la responsabilidad, es porque sabía que el sistema al que pertenecía jamás lo
enviaría a la cárcel.
Han pasado 50 años de aquel espaldarazo y 51 de que
un movimiento estudiantil sacó de su modorra al México de la segunda mitad del
siglo XX.
En septiembre del 2000, el entonces presidente
Vicente Fox anunció la creación de una Comisión encargada de analizar los
hechos relacionados con la matanza de Tlatelolco. Dijo estar convencido de que
los crímenes de lesa humanidad “deben ser sancionados” y de encontrar delitos
punibles, se haría justicia.
Echeverría fue sentado en el banquillo y en julio
del 2006 el magistrado José Ángel Mattar Oliva acusó: “Luis Echeverría Álvarez
fue el concebidor y preparador que de manera intencional, pues con conocimiento
de causa, en su calidad de secretario de Gobernación durante el gobierno del
entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, en compañía de otros altos
funcionarios, fraguó un plan para destruir de manera parcial al grupo nacional
opositor al gobierno denominado Consejo Nacional de Huelga, integrado por
estudiantes y simpatizantes del movimiento estudiantil de 1968”.
El ex presidente fue condenado a arresto
domiciliario, pero tres años después fue exonerado y quedó en libertad.
Echeverría nunca nunca nunca ha aceptado su
responsabilidad en esos hechos (tampoco en los del Jueves de Corpus de 1971
cuando ya era presidente, pero eso es harina de otro costal) y toda la vida le
ha echado la culpa a quien fue su jefe.
Cuando Fox creó la Fiscalía Especial para
Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (ya extinta), pregunté a personas
cercanas a Díaz Ordaz si en caso de vivir, el expresidente seguiría aceptando
su responsabilidad en la masacre y todas sin excepción me contestaron que sí.
“Era un hombre íntegro que seguiría afrontando las consecuencias por esos
hechos y habría ratificado lo que dijo en su Quinto Informe”, fue la respuesta
común.
En cambio a Echeverría le llovieron denuestos: “Es
un cobarde, un tipo con poca hombría. Los sujetos de su calaña siempre buscan a
quien culpar de sus barbaridades”.
Incluso hubo alguien (ya fallecido) que fue más
allá: “El día que se investigue a fondo lo que pasó en Tlatelolco, se sabrá que
el autor intelectual de ese crimen fue Echeverría” y hasta ahí la dejó.
Ayer martes integrantes del Comité 68 demandaron a
la Fiscalía General de la República, revisar la “libertad bajo reserva” del ex
presidente Luis Echeverría a quien han señalado desde siempre como uno de los
responsables de lo ocurrido aquel 2 de octubre en la Plaza de las Tres
Culturas.
Revisen o no revisen, no va a pasar nada.
Las supuestas “investigaciones” posteriores a la
matanza ordenadas por el sistema al que perteneció Echeverría, fueron un
margallate de contradicciones que no llevaron a ningún lado. Si por más de 50
años ninguno de los autores materiales o intelectuales de aquel genocidio pisó
la cárcel, menos lo harán ahora por dos razones: porque la mayoría están
muertos y porque los que quedan vivos no tardan en morirse.
Debido a lo anterior, la matanza de Tlatelolco
quedó y quedará como un crimen impune.
Impune no, la historia ya juzgó a los criminales,
dirá algún historiador romántico. Por Dios chingá, el juicio de la historia le
importa pura madre a los criminales.
Hoy los sobrevivientes de aquel día infausto que
enlutó a México, saldrán a las calles cargando sus años, sus achaques y sus
recuerdos. Pero sin duda serán rebasados por los vándalos que últimamente se
han adueñado de la Ciudad de México y que son los que darán la nota.
Mientras esto esté pasando, un anciano de 97 años
que hace medio siglo fue uno de los actores principales del drama en
Tlatelolco, dormitará tranquilo en su mecedora, ajeno al escándalo citadino y
escuchando el trinar de los pájaros que anidan en los árboles del viejo patio
de su casa en San Jerónimo.
bernardogup@hotmail.com
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