REGIONAL


El hambre impulsa a un individuo a la ruta del boxeo
·        Mauricio Sulaimán se sume en un monólogo. Confía gestos, instantes, viajes, revelaciones.

Cortesía del Sol de Tampico
Domingo 3 de Septiembre de 2017

“Chiquillo se me metió la idea de ser boxeador. Admiraba a Mantequilla Nápoles. La velocidad de sus puños. Su puntería. Su efecto. ¡Cómo se movía José Ángeles! Grandes peleadores que trajo a México Cuco Conde. Los entrenaba Kid Rapidez. Vivían en el hotel Virreyes. Por el rumbo del Salto del Agua. Y lo que son las cosas.

Hace unos días me habló Ultiminio Ramos. Está delicado de salud. Lo internaron en el 20 de Noviembre. Quise saber como le fue en la operación de fémur. ‘Estoy en el hotel Virreyes’, me dijo. Ultiminio. Inolvidable su pelea con Vicente Saldívar. Y aquella en la que Davey Moore quedó tan golpeado que pocos días después murió. Estoy al tanto de su salud. Cuido a muchos que fueron. Y acabaron sin nada. Por desgracia son los más.

 “Fenómeno muy curioso. El hambre, el hambre impulsa a un individuo a la ruta del boxeo. Sus manos hacen de llaves a la puerta del futuro. Su decisión es llana, muy simple. Salir, escapar, cambiar de medio. Su anhelo es casi minúsculo. Pelear, boxear, ganar. Sí. Ganar lo suficiente para comprarle una casa a su madre. Esa es la primera meta de ese individuo cercado por la necesidad. Sé que Raúl Macías, el famoso Ratón decía en la televisión que soñaba con comprarle una estufa de gas a su mamá. Una Delher. Una Across. El Ratón el ídolo de Tepito. Hijo de zapateros guanajuatenses.

“Y se entrega con candor a quien le enseña -reanuda Mauricio Sulaimán-. Atiende puntual consejo. Cumple horarios. Acepta, sin chistar, cambio de costumbres. Entrena y fortalece sus aptitudes hasta extremos inimaginables. Deja de lado la rutina alegre de la vida. Madruga. Corre, consume kilómetros. Se abre paso en la madrugada. ¿Frío? ¿Calor? Sombrea. Es su propio rival. Se mueve. Ante un espejo. Salta cuerda. Golpea costales. Y peras. Y compañeros. Atento sparring. Mueve, ayuda. Es la mar de obediente. Respeta y  memoriza de la voz del entrenador. Madruga. Y reposa temprano. Sin amigotes ni trasnochadas.

“Todo cambia cuando empieza a llegar el dinero -asegura el Presidente del Consejo Mundial de Boxeo-. Poco a poco ese arrojado, ese valiente disciplinado se metamorfosea. Su éxito le hace soberbio. Sus ganancias lo tornan autoritario. Su fama lo trastorna. Él determina tiempo y horario de entrenamiento. Él es el estratega que determina plan de pelea. Desdeña a entrenador y seconds. Designa, a un ajeno al medio, asesor, consejero… representante. Su cambio impresiona. Pero todavía no concluye”.

BOXEO, INSTRUMENTO DE JUSTICIA

Mauricio Sulaimán anda en sus buenos 47. Charla, comparte tazas de café a la mitad de una espléndida oficina en proceso de remodelación. Muebles que acorralan secretarias y colaboradores. Cuadros que obligan a la observación. Arte acumulado. Instantáneas.

¿Con el Papa, licenciado Sulaimán?

“Pues sí -concede y medio se sonroja-. Su Santidad nos ha recibido varias veces. Bondadoso. El Consejo Mundial de Boxeo desarrolla proyectos que merecen su interés”.

¿Protege el Ceemebé al boxeador?, pregunta el reportero.

“A eso iba -aclara-. El Consejo Mundial de Boxeo impulsa, lucha, enfrenta. Todo por el bien del boxeador. Vigila ri-gu-ro-sa-men-te su salud. Todo boxeador debe someterse anualmente a un exhaustivo examen médico. Electroencefalograma. Electrocardiograma. Estado general. Exámenes de glucosa. Lo que la Medicina Deportiva moderna demanda. Ningún boxeador escapa. Pues no se le otorga la licencia respectiva. Mi padre consiguió que las peleas de campeonato mundial dejaran de combatirse en 15 rounds. ¡Pues la deshidratación alcanza, afecta al cerebro del boxeador!. No más batallas de 15 rounds. 12, el límite. Tres rounds hacen diferencia entre combate y sobrevivencia. Los anunciantes se opusieron tenazmente. ¿Se imagina usted sus pérdidas? El tiempo hace olvido. Hasta involuntario. Ya casi nadie recuerda que mi padre combatió el repelente apartheid. José Sulaimán -hijo, descendiente de libaneses que hallaron en México raíz y afecto y respeto y libertad- se empeñó en vivir discriminación y sus efectos. Viajó a Nueva Inglaterra. Tenía apenas 12 años cuando subió a un autobús de Greyhound. Iba tras sus antecesores. Contempló el aislamiento a que sometían a negros. Agravio constante. Prohibida la entrada a negros, perros… y mexicanos.

“Cuando pudo se hizo un cruzado por la igualdad José Sulaimán. ¡Uh! No se imagina en cuentos frentes combatió. 19 años de enfrentamientos. Veto a boxeadores o empresarios que organizaran combates en Sudáfrica. Desde su celda en horrible cárcel Nelson Mandela aplaudía esa determinación. José Sulaimán trabajaba por el prestigio del Consejo Mundial de Boxeo. Humanizaba el boxeo. Lo convertía en instrumento de justicia. Igualaba a los individuos. Boxeo. Un combate entre cuerdas. En ese instante los dos individuos se observan con nobleza. Existe hidalguía en los contendientes. ¡Qué escena tan maravillosa esa que los hace estrecharse los guantes en el centro del ring!”

¿Llegó usted, licenciado Sulaimán a cambiar golpes en un ring?’-, interviene el reportero.

“No. A mis hermanos y a mí nos entrenaron auténticos campeones. Carlos Zárate. Lupe Pintor, Ricardo Delgado. Mi padre lo autorizó. Usamos guantes de grandes peleadores. Famosos que los habían regalado a nuestro padre. Pero no. Entrené duro. Me soñé campeón. Fantaseaba. Con decirle que hasta me sacaba sangre. Me daba mis cates en la nariz para que me saliera sangre. Imaginación que me transformaba en campeón.

“Hasta que mi papá me llevó al vestidor del Mantequilla Nápoles. Tras una pelea durísima llegamos a donde descansaba. ¡Qué espectáculo! Mantequilla estaba sobre una suerte de camastro. A lo mejor una plancha de masaje. Tenía los ojos cerrados. Las cejas sangraban. Cortadas como por bisturí. Resoplaba. Tan fuerte que  el resuello le hacía vibrar el pecho. Todo él estaba como electrizado. Hablaba con torpeza. Reconocía con lentitud. ¡Ahí se acabaron mis ilusiones! Sin combatir ni un round me retiré para siempre de los cuadriláteros”.

NO SIRVE PARA VIVIR

Refería usted perfiles de campeones que se envanecen, licenciado Sulaimán-, tentó el reportero.

“El dinero hace la transformación. Pues al principio el hombre busca salvarse. Dejar atrás un medio hostil, adverso. Mas el éxito lo vuelve irreconocible. Apetitos desconocidos le surgen. Y amigos -pésimos aduladores, cortesanos caros, correveydiles ambiciosos- aparecen. Lo cercan. Todo le festejan. Si cuenta un chiste sus incondicionales ríen a coro. Si opina, esos mismos aplauden. Lo endiosan. Le halagan. Le describen cualidades y virtudes que jamás imaginó tener. Todo es caravana. Todo es elogio. Los serviles -profundamente interesados- se inclinan ante él. Le aconsejan negocios. Le proponen relaciones. Le sugieren compañías. Lo elevan al rango de dictador. ¡Nadie como tú, campeón!

“Y no queda ahí ese proceso. Aparecen entonces familiares urgidos. Parientes muy necesitados. Antiguos compañeros de escuela que ahora solicitan favores. Vecinos que cobran antiguo servicio. ‘De cuando eras un chiquillo’. Cuñados quebrados. Suegros abusivos. ‘Un pequeño préstamo. Total, a ti te sobra. ¿Qué te cuesta?’ La familia ve la oportunidad de salvarse de una vez por todas. Y el dinero vuela. Sale. Se va. El elogiado olvida disciplina. Se desordena. Se descontrola. ¿Madrugar? ¿Correr? ¿Entrenar? ¿Gimnasio? Mejor mañana, mi hermano. Tú eres el campeón. ¡Qué te dura ese cuate que te pusieron! Dale gusto al cuerpo, mi cuate. ¿Quién puede conocer tu cuerpo mejor que tú? Tu manager es un tirano. Amargado que quiere tenerte aquí. Como si fueras niño chiquito. ¡Mándalo al tal!

“Y llegan las mujeres. Mujeres deslumbrantes. Mujeres ambiciosas. Verdaderas caza-fortunas. Esas que dejaron en la miseria a Tyson. ¡400 millones de dólares perdió ese gran peso completo! Mujeres que se aparecían en un restaurante y se le enredaban en un abrazo al tiempo que le buscaban afanosamente los labios y hacían que sus manos resbalaran por sus caderas y muslos. Tyson ni las conocía.

“El Consejo Mundial de Boxeo -explica Mauricio Sulaimán- se propone ver por el boxeador antes, durante y después de su época de éxito. Por lo que le cuento. Personajes como Jota Cé Chávez perdieron fortunas. Empeño difícil. Posible cuando el boxeador recupera su sencillez. Ya en la pobreza pone los pies en la tierra. Como Rubén Olivares. El Consejo Mundial de Boxeo no los desampara ni relega ni olvida, Todo lo contrario. Mi padre se empeñó siempre en que los antiguos ídolos no se fueran al olvido. José Sulaimán Chagnon organizó homenajes. A Ramírez Mercado. Horacio fue jefe de Servicios Médicos. A Juan José Torres Landa. Y tratamos bien a Rubén Olivares.

“El Consejo Mundial de Boxeo es hoy  -por mucho- la entidad más seria, verosímil y reconocida en el mundo. 165 países le dan sustento.

“José Sulaiman Chagnon -mi padre- está siempre presente en la existencia, en las determinaciones, en la vida toda del Consejo Mundial De Boxeo

“Yo trabajo sin descanso. Como él. El Consejo Mundial de Boxeo se mueve en el horario del mundo. Así lo impuso mi padre. Y yo lo sigo a él. Martillea mi mente una de sus frases favoritas: ‘Quien no vive para servir…No sirve para vivir’”.


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