Entre gritos de fraude, lluvia y un Zócalo sin llenar, Calderón da su
último Grito
+ El cielo en rebeldía y una tormenta
de voces y mantas estallando en reclamos de fraude, enmarcaron la celebración
tradicional del Grito de Independencia, en el Zócalo de esta ciudad.
Publicado: Domingo, 16 de Septiembre de 2012
Por: ARTURO RODRÍGUEZ GARCÍA / Proceso.com.mx
Ciudad de México.- El cielo en
rebeldía y una tormenta de voces y mantas estallando en reclamos de fraude,
enmarcaron la celebración tradicional del Grito de Independencia, en el Zócalo
de esta ciudad.
A las 11:00 de la noche, el presidente Felipe Calderón asomó al palco
presidencial para tañir la campana de Palacio Nacional, ante decenas de miles
de personas cercadas por un numeroso despliegue de fuerzas federales. La plaza no
estaba llena. Frente a la Catedral Metropolitana se observaba un amplio espacio
vacío. El tradicional Zócalo abarrotado no lo fue esta noche.
Momentos antes las marchas revolucionarias cedieron la atmósfera al silencio, y
fue cuando por fin, la consigna de “fraude, fraude” fondeó la algarabía de los
invitados de la Presidencia que salieron a la calle, para atestiguar la última
arenga de Calderón. A la par de los gritos, mantas y pancartas repudiaban el
triunfo de Enrique Peña Nieto, aludían a la “imposición” presidencial, al
“Estado fallido” y hasta un tercio de mujeres mostraron los pechos en señal de
rebeldía.
Apenas un “viva Felipe Calderón” se escuchó en las proximidades de Palacio,
donde se ubicó a los invitados de menor relevancia, en su mayoría mandos medios
de la administración pública federal.
La lluvia arreció apenas salió Calderón al palco, por lo que de inmediato, los
corifeos se fueron en desbandada y a empujones intentaban abrir la puerta de
acceso asignada, que estaba bloqueada por el estado mayor.
Pero ya adentro, la fiesta se democratizó y los que habían quedado en reserva
para corear a Calderon bajo el palco, pudieron entrar al Patio Mariano y
departir con las personalidades que participaban de la noche del grito en los
pasillos y las salas del poder.
Los patios de Palacio fueron decorados con motivos mexicanos y salas de corte
minimalista. Por techo se colocaron toldos que mantuvieron secos a los
invitados
presidenciales… Afuera, la muchedumbre resistía el meteoro desde las 8:00 de la
noche, eso si, al ritmo de Jeany Rivera.
Por las mesas del Patio Mariano, los colaboradores de Felipe Calderon,
gustosos, repartian saludos. Roberto Gil, Alejandra Sota, José Angel Cordova, y
Enresto Cordero, eran de los más estrechados por la alta burocracia panista
que, despachando sonrisas acudio a la última noche de gala por el grito de
Independencia.
No es para menos. La tradición indica que el Presidente de su último grito en
Dolores Hidalgo, pero Calderón lo quiso hacer aquí, en Palacio Nacional, resguardado
por los muros de la antigua sede presidencial y nmiles de policias y soldados.
El recordatorio es persistente: en las pantallas colocadas por los pasillos y
galerias de Palacio, en los objeto que se han repartido, con motivos patrios y
en
los impermeabeables regalados a la hora de la lluvia paera salir a corear a
Calderón: gracias México, se lee como un atisbo de temprana nostalgia.
Ya se sabe que no quiso acudir el presidente electo Enrique Peña Nieto, pero
aquí está Jesús Murillo Karam, quizá el único priísta de importancia que acudió
a la
fiesta mexicana con que se despide Felipe Calderón.
Diplomáticos que se confunden con la clase política mexicana, agregados
militares extranjeros que se mimetizan con los nacionales, todos con pechos
repletos De insignias y medallas… Por
allá, Emilio Álvarez Icaza, que en su nuevo roll de funcionario de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, acude en calidad de diplomático y es
mesurado en sus expresiones sobre el régimen calderonista:
“Un gobierno de clarososcuros”, dice y rechaza tener elementos para advertir lo
que pasará en el gobierno de Peña Nieto.
Entre los danzantes tlaxcaltecas, la danza de los viejitos, el jarabe tapatio,
y un mariachi… En el Patio Mariano la fiesta sigue y sigue.
La lluvia ha dejado de caer, las consignas se disiparon aún más rápido y, poco
a poco, ya entrada la madrugada, Palacio Nacional se empieza a despoblar,
dejando sólo los rumores de los “muertos”, macabra voz que el ejército de
meseros le da a los trastes sucios que quedaron regados por el lugar.
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