A Grandes Males,
Grandes Remedios
ALMA GRANDE
Por Ángel Álvaro Peña
Si la enfermedad es grave la medicina debe ser agresiva y afecta
órganos sanos, pero finalmente el organismo reacciona y la salud restablece el
equilibrio óptimo. Pero el tratamiento es difícil, a veces largo y doloroso
depende de la gravedad de la enfermedad y del grado de avance.
Así es la situación de la inseguridad en el país. Así lo han dicho
tanto quienes están en el gobierno, como quienes no están y hubieran querido
estar. Es decir, toman el tema de la inseguridad como factor de críticas al
nuevo gobierno, pero a la hora que se encuentra un medicamento a la altura de
la gravedad de la crisis, esos mismos críticos, cuestionan la medida.
La creación de la Guardia Nacional no puede apreciarse como un
remedio adecuado desde los centros donde la inseguridad no tiene expresiones
tan violentas ni consecuencias tan lamentables. Hay lugares en el país que
tradicionalmente se enquistó la violencia por diferentes razones, entre ellas,
la indiferencia o complicidad de las autoridades.
Uno de esos lugares es Veracruz, donde la inseguridad tiene una
lamentable inercia cuyos orígenes no iniciaron ayer, ni el mes pasado. Así,
ante esta realidad, combatir la delincuencia tiene que ver también con la
responsabilidad omitida o desvirtuada de las autoridades que se desentendieron,
o lo permitieron a cambio de importantes dádivas.
La extensión y condición de una entidad como Veracruz, que abarca
la mayor parte del Golfo de México, con el 15 por ciento de los 11, 122 kilómetros
de litoral del país. Esta condición crea espacios de vigilancia y supervisión
del orden que son responsabilidad de la Defensa y la Marina. Sin la combinación
de estas fuerzas públicas la violencia, la inseguridad, la incertidumbre sería
mayor.
Ambas fortalezas de un país como el nuestro exigen de puentes no
sólo entre ellas sino con la población, con las leyes, con los protocolos de
los derechos humanos, con el conocimiento del terreno, que es parte de lo que
será la capacitación de la Guardia Nacional, que está en debate legislativo en
México.
Más allá de las tendencias partidistas, ideológicas, intereses,
guerras sucias, está la vida y la integridad de los mexicanos, que debe ser
defendida sin importar por el partido por el que votaron o por el color de su
filiación política. La urgencia del problema es la que define la solución, y no
al revés.
No se puede recetar una aspirina para un cáncer. Ni colocar un
curita ante una fractura. Esto es lo que algunos abanderan ante el peligro de
un posible exceso de autoridad. Voces que cuando permitían, propiciaban y hasta
ordenaban los excesos, entonces callaban.
Ahora ante la sola posibilidad de que se repitan lanzan el grito
en el cielo a grado tal que parecerían los cómplices de la violencia. Y lo son
por lo menos de esa violencia verbal que les ha caracterizado desde el 1 de
diciembre.
Esta vez fue el propio gobernador de la entidad, Cuitláhuac García
Jiménez, quien viajó desde Xalapa para platicar con el secretario de la Defensa
Nacional, Luis Cresencio Sandoval, para solicitar el apoyo de militares en
la entidad, que tiene una rutina violenta arraigada por los intereses propios
de la geografía de Veracruz.
Proteger la vida de los veracruzanos vale cualquier riesgo de
críticas y justifica los medios a través de los cuales deba alcanzarse.
De ahí que, con el valor para reconocerlo y la humildad para
solicitarlo, no sólo pidió la presencia de militares en la entidad que
gobierna, sino que se pronuncia por la aprobación de esta fuerza, cuya
combinación se ajusta a las necesidades del estado.
Los militares que lleguen a Veracruz posiblemente se
conviertan en miembros de la Guardia Nacional, de considerarlo apropiado el
Poder Legislativo. Mientras tanto, la población de Veracruz no puede esperar un
día más bajo una violencia que se apoderó de sus rincones, playas, selvas,
serranía, con la aparente indiferencia que acusaba complicidad.
Veracruz es un escondite infinito si de ocultarse se trata, pero también
es un lugar soleado, lleno de luz, donde nada debe estar oscuro. Ante la
necesidad de hacer justicia con la legalidad que hace mucho no se practica en
la entidad, es una cuestión de vida o muerte.
Los veracruzanos están heridos en su dignidad por malhechores que
estuvieron gobernando el estado, quienes ahora, con una red de complicidades
gozan de una impunidad que debería avergonzar a los responsables de administrar
y procurar justicia no sólo en el estado sino en el país. La consecuencia de
esa impunidad se refleja en los espacios donde ahora el hampa considera su
territorio y ve en la población al enemigo a vencer.
Porque cuando un gobierno es apoyado por la gran mayoría de la
población, el enemigo de los delincuentes no es la autoridad es la gente. Esto
sucede en Veracruz y exige de medidas que, en otros tiempos, en otro lugar, en
otro tiempo, pudieron parecer radicales. Hoy no lo son.
Muchos de los que advierten con la Guardia Nacional una posible
represión fueron parte de su ejecución. Pero el pasado no implica deshacerse de
la memoria sino obliga a recordar para no repetir. No son momentos de señalar
caras, de repetir nombres, de responsabilizar excesos sino de salvaguardar la
integridad de una población que no puede esperar a que termine el debate entre
el pasado y futuro para vivir tranquila.
El segundo estado del país donde la violencia ha penetrado más es
Veracruz, antes de cualquier otra acción, debe echarse a andar la maquinaria de
seguridad para la población. Si hay críticas serán bienvenidas seguramente para
depurar, con ellas, los esquemas de protección, si hay cuestionamientos serán
recibidos con la respectiva reflexión.
Quien nada hace nunca se equivoca, porque eso algunos políticos
del pasado se creían perfectos. Porque no saben que la omisión no sólo es un
error sino un delito, sobre todo estando de por medio la integridad de los
habitantes. PEGA Y
CORRE. – Según cifras oficiales, entre enero y octubre de 2018,
hubo 13 mil 480 reportes de delitos cometidos por servidores públicos a nivel
nacional. Esto exige medidas que pueden ser denominadas, por algunos
interesados, radicales. Pero habrá que ponerles fin…Esta columna se publica los lunes,
miércoles y viernes.
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