El Saqueo De Los Miserables
Casa Veracruz
Ante la imposibilidad de robarse las paredes,
dos exgobernadores las limpiaron con su suciedad
Por Alberto Alvaro H.
Cuando las tiendas son invadidas por la gente le llaman saqueo,
pero si el saqueo lo realizan los poderosos le llaman mudanza.
Las residencias donde vivió el poder que arrojó al país a la
deriva, se convierten en museos donde la desvergüenza se muestra como pieza de
los excesos y reflejo de lo que nunca debió haber sucedido. Los Pinos es una
muestra de este insulto a los mexicanos, lugar donde la mentira se convirtió en
institución y la corrupción en un ejercicio cotidiano.
Es en esas casas donde el cargo público engaña a los improvisados
que creen que el poder es para siempre. Es en residencias como la casa
Veracruz, donde la rapiña de los gobernadores se expresa claramente y se exhibe
sin tapujos ante los veracruzanos.
Ubicada en la calle 24 de Febrero, en la colonia Dos de Abril de
Xalapa, Casa Veracruz fue saqueada con la certidumbre de que su desnudez
implicaba impunidad. Javier Duarte y su sucesor, Miguel Ángel Yunes, se
llevaron todo lo que pudieron de una casa que era de todos. Como si se tratara
de una metáfora del poder, esa casa tuvo a un par de sujetos que consideraron
que Veracruz era su casa y se llevaron todo lo que pudieron.
La cava vacía, las plantas secas, las paredes sin cuadros, las
pantallas arrancadas, las chapas de las puertas destrozadas. El poder los hizo
pensar que les pertenecía la casa, el estado y la voluntad de los veracruzanos.
La intención de don Fernando Gutiérrez Barrios al ser creada esta
residencia como lugar del gobernador en turno, fue la de acercar el poder a la
población. La población al poder. Así, desde su periodo de gobierno, uno a uno
de los mandatarios estatales, dispuso de una serie de espacios para convocar a
la gente a que se acercara a la toma de decisiones, a hacer más horizontal el
gobierno.
En la casa que fuera propiedad del licenciado Carlos Becerra
Padilla, pasaron días, semanas, meses y años Don Fernando Gutiérrez Barrios,
Dante Delgado Rannauro y Patricio Chirinos Calero. Miguel Alemán Velasco fue el
único que no vivió en ella y, en su lugar, la convirtió en oficina
gubernamental como un espacio alterno para tratar asuntos de interés público.
Cuando Fidel Herrera Beltrán llegó al poder realizó remodelaciones
y la volvió a abrir a los veracruzanos, por lo menos en el mes de diciembre,
para hacer posadas y tamalizas. Es por ello por lo que en estas fechas la Casa
Veracruz es un sitio obligado para que los veracruzanos recuerden un lugar que
empezó a apartarse de ellos cuando Javier Duarte comenzó a subir la altura de
las paredes hasta convertirlas en muros impenetrables. Colocó mallas con
electricidad, en los jardines en lugar de flores sembró guardaespaldas
inamovibles, sin sensibilidad ni respeto por la vida.
Cuando llegó Yunes Linares, la casa se convirtió en sitio de
tertulias de diputados y dirigentes del PAN y del PRD, que daban rienda suelta
a sus excesos en el interior de una casa que nunca les perteneció.
Hasta entonces los vecinos en especial, y los veracruzanos en
general, tenían en el lugar un espacio de respeto. Un sitio de reunión, pero
Duarte y Yunes, echaron abajo una tradición que no debe perderse, aunque ellos
se extravíen en la memoria de los veracruzanos.
Se llegó al exceso de cobrar la entrada para dar visitas guiadas.
De hacerlo salón de fiestas para los poderosos, espacios de libertinaje
político y etílico.
Casa Veracruz es, como sucede con Los Pinos, un ejemplo de la
calidad humana de personajes que engendró un régimen que exigía cada vez más
privilegios y se engolosinaba con los excesos ante la eterna promesa de
impunidad.
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