La trampa de los debates
ALMA GRANDE
Por Ángel
Álvaro Peña
Hace algunos años, el 6 de marzo de 2000, cuando Diego Fernández
de Cevallos debatió por televisión contra López Obrador, la decisión de quienes
fungieron como réferis fue que el ganador del encuentro fue Diego.
La decisión, cual juez de boxeo, se determinó con base a los
gritos, a la voz fuerte, a la agresividad pero no a los argumentos. La política
es el arte de lo posible no de lo que puede surgir de un enfrentamiento; sin
embargo, se le considera desde ese entonces, que los debates comenzaron a
mostrarse como una copia de las vísperas electorales del vecino país del norte,
como una competencia deportiva, donde debe haber un perdedor y un vencedor.
A partir de la copia de los debates del vecino país se dice que la
democracia se fortalece con esos encuentros. La democracia se diluye porque
aleja a la población de la práctica política, y la democracia es el poder de
todos.
Después de cada debate hay un grupo de personas que debaten sobre
el ganador y el perdedor del este. Cuando ese encuentro es entre candidatos no
puede haber vencedor porque se induce la intención del voto, y la equidad de
circunstancias, que debe cuidarse hasta la jornada electoral, se rompe.
En la competencia electoral, es decir, en la jornada electoral solo
debe haber un ganador; sin embargo, en los debates debe haber confrontación,
contrastes, cuestionar las contradicciones no los errores del pasado. El debate
ahora parece oficialía de partes de la PGR y no una manera de difundir el
proyecto de nación que cada candidato ha preparado.
Los medios quieren rating y nombran ganadores para captar
auditorio, pero la intención original es diferente; los debates son un
espectáculo donde los medios triunfan, pero solo los medios, no hay ganadores
reales.
Los debates entre candidatos tienen su origen en Estados Unidos,
ahí los medios todavía tienen credibilidad. En México los debates son un fin en
sí mismos y no un medio para conocer las propuestas de los candidatos. Los
organizadores abren sus puertas al debate sin reglas claras, y caen en posición
de franco enfrentamiento. Mientras mayor es la violencia verbal, “mejor” está
el debate, como si el objetivo fuera ver sangre.
Por su parte, los candidatos van preparados para agredir, llevan
cartulinas con los números que el contrincante no supo aclarar o simplemente
desapreció o regaló a sus amigos. Las cartulinas que portan los candidatos no
contienen propuestas sino armas de exterminio. En los debates no se llevan
herramientas para construir en el campo o en la ciudad, se llevan arsenales
para destruir al contrincante. La gente que los ve, deja a un lado la necesidad
de información esencial de cada uno de ellos y prefiere ver cómo uno insulta al
otro y éste cómo reacciona y alude a un tercero, y entonces el implicado, saca
otra cartulina y lo señala con el dedo acusador.
Pero de propuestas, nada. Nunca.
Las propuestas son un telón de fondo que brilla por su ausencia, y
cuando se mencionan se enuncian las del contrincante para verle sus defectos,
pero no la descalifican con otra propuesta mejor, o la comparan con una propia
sobre el mismo tema. Solo destruyen, descalifican, cuestionan, critican. En
ningún momento anteponen la razón o la explicación –que tanta falta le hace a
la población—a la diatriba.
El país se hunde y los responsables de salvarlo quieren ahogar al
contrincante en lugar de hacerse escuchar para salvar a todos, incluyendo a los
contrincantes. Con debates así a nadie puede extrañarle que de tres candidatos
los tres se digan triunfadores la noche del primero de julio. Pero no es una
batalla que empieza con la apertura de las casillas sino con una pelea de
gallos organizada por los medios para subir su rating.
No falta mucho tiempo para que esos debates sean patrocinados por
la iniciativa privada. Esa es la intención. Por ahora se pelean el anuncio que
se transmite exactamente un segundo después de concluir el debate y un segundo
antes de que empiece. Ese anuncio es valioso y a la televisora o estación de
radio le reditúa millones de pesos.
La pasión por la política en ese momento es similar a la de un
partido de fútbol. Se comenta en el momento, se grita, se insulta frente al
televisor. Pero como sucede con el deporte que se observa, dejan la acción para
otros. Deporte que no se practica enajena cuando solo se observa y política que
no se practica, solo es un factor de manipulación de las masas.
El debate es una invitación a que la población vea en el encuentro
entre candidatos, la mejor manera que los ciudadanos estén al margen de la
actividad que los hace precisamente ciudadanos de un país y hacedores de la
historia, de su historia. Los debates invitan al espectador a la pasividad
política y dejan a los pugilistas que se peguen en nombre de un voto que no se
define en los debates sino en las urnas.
El debate es la mejor manera de hacer del militante latente de un
partido un observador pasivo de lo que sucede en su entorno. El militante y el
activista tienen, en los noticieros un significado negativo. Se hace escarnio
de quien se dedica a la política. El mundo de la política es un mundo de ideas
y conocimiento. Es el equilibrio entre la teoría y la práctica en una realidad
que debe transformarse, pero cuando alguien se dedica de lleno a la política se
le cuestiona que no trabaja.
Este es un vicio del pasado que en México debe erradicarse. No
está lejos en la memoria de los adultos mexicanos que las madres, o las tías
les decían a los jóvenes, que hicieran algo de provecho porque solo se la
pasaban leyendo. Hacer algo de provecho era ir a la tienda, barrer trapear, labores
que implican obediencia previa.
Los debates no son lo que parecen, parecen lo que son. Una pelea
de box sin sentido ante una población que prefiere el confort de la sala de su
casa a salir a pelear por lo que les pertenece. PEGA Y CORRE.-Lamentamos
el fallecimiento de la gran compañera y mejor amiga Martha Meza, quien
falleciera hace unas horas víctima del cáncer. Un abrazo a sus familiares y los
amigos la recordaremos siempre. Descansa en paz hermana periodista…Esta columna se publica los lunes, miércoles
y viernes.
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