El Debate Puede Esperar
ALMA GRANDE
Por Ángel Álvaro Peña
Cada debate fuera de los programados por el INE representa una
publicidad que los candidatos hacen al anfitrión. Los debates no son el fin
sino el medio para que las grandes empresas puedan publicitarse con el pretexto
de la presentación de sus propuestas, aunque desde hace muchos años en los
debates no hay propuestas sino descalificaciones e insultos.
Basta con que uno de los candidatos muestre una cartulina con
algunas encuestas para que el público crea que esos datos son ciertos, el
contendiente descalificado queda desarmado, sin forma de defenderse. Los datos
son contundentes aunque se hayan elaborado en las oficinas de cualquiera de los
candidatos.
Ante la inminente derrota y la posibilidad de desgastar al enemigo
el candidato al que le habían puesto el sobrenombre del mejor preparado, ahora
reta a sus contrincantes como si se tratara de enemigos a muerte con un
vocabulario digno de las mejores peleas callejeras de barrio bajo. Ahora solo
le falta alburear al que quiere un México chingón.
La realidad es que ahora el tercer lugar solo deberá rescatar su
competitividad a través de descalificaciones a Andrés Manuel y a Ricardo Anaya,
no puede competir con argumentos y menos aún con propuestas porque su gran
proyecto es la continuidad, él mismo lo aseguró orgulloso, porque no importa
que sea o no priista, la esencia de la privatización del país la lleva en sus
venas, de ahí que surja de un equipo de funcionarios públicos que tienen como
génesis el ITAM y su líder es Luis Videgaray, quien colocó a varios de sus
pupilos en puestos clave. Otro ejemplo de la estrategia de Videgaray es su
alumno y amigo Armando Ríos Píter, quien desde una aparente independencia,
fortalece al gobierno federal, al PRI y a la continuidad.
Hasta la fecha no hay una invitación que hayan tomado en cuenta en
las casas de campaña de quienes sí quieren un debate fuera del PRI.
A quienes no les importa
hacerle el caldo gordo a alguna empresa privada. Lo mismo puede ser un hotel,
un restaurante o una televisora, en todos los casos el logotipo de ese lugar
lucirá más grande que el de los partidos políticos cuyos candidatos buscan un
puesto importante de elección popular.
Así, para la iniciativa privada puede haber tantos debates como
acepten los candidatos, así sean 10 al día, mismos que realizarán sin ningún
miramiento. Para los candidatos que van perdiendo les resulta igual estar todo
el día frente a los reflectores que ninguno. Los resultados electorales son los
mismos. Ahora, su labor en tiempos de silencio consiste en llamar a pelear a
Andrés Manuel López Obrador, quien se ajusta a asistir sólo los debates
oficiales y no tiene por qué asistir a otros cuyas invitaciones se multiplican.
Pero desde la perspectiva del más preparado candidato, el que no
debate no es hombre. Así, la virilidad para algunos se mide por el número de
debates que asiste y podrán servir para ellos como una pastilla de Viagra si
aceptan todos los debates a los que las diferentes empresas privadas los
convocan.
La seriedad del debate se pierde cuando se trata únicamente de
desgastar al contrincante. Pero también se extravía la intención central y se
desgasta la imagen de los candidatos que llegan a su encuentro con los guantes
de boxeo puestos. Los programas de gobierno quedan en segundo término cuando de
atacar al otro se trata.
El ejemplo que dieron en los debates entre los dirigentes de los
partidos en el programa de Joaquín López Dóriga, anunció la
inconsistencia de los que vienen, al volcarse contra la lideresa de
Morena, situación en la que se basa López Obrador para presumir que le echarán
montón.
La verdad si alguno de los otros dos candidatos a la Presidencia
de la República fuera puntero con amplio margen en las intenciones del voto,
tampoco asistiría a los debates no obligatorios. Pero mientras esto sucede y el
INE deja en libertad a los candidatos para que elijan los foros que les
convenga para debatir, el blanco de los ataques será López Obrador acusándolo
de poco hombre, de que le saca, en fin de un sinnúmero de adjetivos que al
parecer el más preparado los aprendió en las universidades privadas de Estados
Unidos.
Ahora hasta los medios que han comenzado a invitar a los
candidatos le llaman a López Obrador, temeroso, entre sus vocingleros y las
odas al libre mercado se le trata de azuzar al candidato de Morena para que
asista. El gobierno federal tiene en algunos medios electrónicos a su brazo
fuerte, son como una especie de secretaría de Estado y más aún en tiempos
electorales. De ahí que la guerra sucia no solo proviene de las casas de campaña
de los contrincantes sino de los medios que sin lugar a dudas apoyan al PRI.
En los debates los candidatos exponen sus ideas pero también
exponen su prestigio. Y los encuentros desgastan, sobre todo porque se han
visto como si se tratara de la transmisión de un partido de futbol, donde debe
haber un ganador, y en raros casos, empates. La televisión solo ha servido en
México para difundir figuras deportivas porque no ha creado conciencia social
ni motivado la participación de la sociedad, simplemente son diversión y
deporte.
Ante este mal hábito que ha impuesto la televisión en México,
vemos con bastante decepción que siempre que hay un debate entre candidatos los
comentaristas políticos hacen del debate una reseña deportiva. Los términos
utilizados luego del debate son de pena ajena.
Como si la vida de los mexicanos la rigieran los deportes, los
comentaristas hablan de ganadores, vencedores, noqueados, en la lona, hit, gol,
autogol, cuando se trata de discutir el futuro del país. Ese es el debate
que Meade y Anaya quieren. El vulgar, el intrascendente, donde uno golpea a
otro. Propuestas no tienen, simplemente van por los últimos minutos de fama que
les quedan. PEGA Y
CORRE.- El gobierno de Veracruz busca recuperar algo de lo
mucho que Duarte se llevó. Demandó en la corte estatal de Florida, con el
argumento de que el dinero utilizado ilegalmente por Javier Duarte fue
invertido en propiedades, incluida una mansión de estilo mediterráneo en Coral
Gables cuyo último precio de venta en 2014 fue de 7.7 millones de dólares. Hay
más propiedades, de menor precio, pero todas tienen un valor, el valor que
ahora tienen esas casas es un valor electoral… Esta columna se publica los lunes,
miércoles y viernes.
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