Cuál es la mano que
mece la impunidad
Ángel Álvaro Peña
Febrero 17 de 2017
Se
dice que cuando no pasa nada es que algo pasa y grave.
Esto
es lo que sucede en Veracruz, que pareciera convertirse en el epicentro de la
impunidad del país. Las autoridades decidieron diluir un problema grave en
lugar de enfrentarlo. Así, la impunidad en la que vive Javier Duarte y sus
cómplices se convierte en un puente para que otros hagan lo mismo sin que haya
el menor asomo de un castigo.
Todos
han quedado mal con la opinión pública, con la historia y con ellos mismos,
pero han servido a quien pareciera seguir teniendo el poder. De nada sirvieron
las promesas de campaña del actual gobernador, ni los desplegados de los
testigos y las denuncias de los ofendidos, ni las periodísticas, ni las
reiteradas llamadas de atención de la Auditoría Superior de la Federación, ni
la indignación de los veracruzanos.
Las
leyes en este caso se enfrentan para ocultar su parte de complicidad. La
fiscalía estatal culpa a la PGR de no actuar correctamente, la PGR, señala a la
justicia veracruzana de no actuar en consecuencia de un caso que no tiene
precedente en la historia de Veracruz ni del país.
Es
decir, el robo más grande que un gobernador haya cometido contra el dinero de
la gente, queda impune, invitando a otros a hacer lo mismo.
Así,
afirma un portal de noticias que Javier Duarte y cómplices desviaron 4 mil 630
millones de pesos destinados a servicios de salud y educación en Veracruz, de
acuerdo con el informe de la Cuenta Pública 2015.
En
total, mil 147 millones 364 mil pesos que debían usarse en mejorar la
infraestructura educativa y en la operación de escuelas de tiempo completo en
Veracruz fueron desviados a cuentas bancarias “donde se maneja gasto corriente,
cuyo destino final se desconoce”.
Pero
eso es sólo en un año y lo que pudo detectarse, ahí no están incluidas las
empresas fantasma, ni las triangulaciones de lavado, ni la retención de dinero
a diferentes instituciones.
Porque
Duarte y su banda afectaron a todos los veracruzanos pero indignaron a todos
los mexicanos.
Se
burló de los ancianos, de los profesores, de los hoteleros, de los
catedráticos, de los restauranteros; al robarles directamente lo que por
derecho les corresponde.
Dónde
se encuentra el estado de derecho del que hablan los políticos en el poder
desde todas las tribunas y de todos los partidos políticos.
En
el caso de Javier Duarte y sus cómplices no hay justicia ni legalidad,
simplemente el permiso para seguir delinquiendo y convocando a otros a que lo
hagan.
Las
declaraciones del padre Alejandro Solalinde en un programa radiofónico del
mediodía, fueron fuertes al decir que él ha señalado las coordenadas del lugar
donde se encuentra Javier Duarte, pero nadie acude a ese lugar a detenerlo. Más
aún aseguró que es el Ejército quien lo protege.
Las
elecciones están a la vuelta de la esquina y el PRI parece resignarse a su
suerte, porque no ha hecho ningún tipo de presión para que su ex militante sea
detenido.
Con
el pretexto de que Javier Duarte ya no es priísta, el tricolor se considera al
margen de este problema que seguramente se le revertirá en los comicios del 4
de junio, cuando las 212 presidencias municipales de Veracruz estén en juego.
Aquí
lo más importante no es simplemente la impunidad en la que inexplicablemente se
desenvuelve el ex gobernador Duarte, sino los motivos de esa impunidad, que
acusa complicidad desde todos los ángulos de la impartición de justicia del
país.
Lo
que hay detrás de la impunidad suele ser la cara oculta de la complicidad, esto
se convierte entonces en un grave problema de dimensiones nacionales que
cuestiona toda actividad de los tres niveles de gobierno.
Finalmente,
el PRI es una víctima más de los excesos de Javier Duarte y sus protectores,
quienes quieran que sean éstos. Porque amparados en la mala memoria de los
mexicanos intentan competir por las 212 presidencias municipales, cuando en
realidad el pronóstico es un cambio radical en la geografía partidista de la
entidad.
Las
encuestas mandan al cuarto lugar electoral al PRI en Veracruz. Una vez perdida
la gubernatura como uno de sus últimos bastiones, el PRI tiene poco que hacer
en la pelea por las presidencias municipales.
Nadie
ha podido mover a la impunidad que impera en Veracruz, ni las promesas del
gobernador que aseguró que se detendría a Duarte, se le encarcelaría y se haría
justicia también contra sus cómplices.
Los
medios de información que en muchas ocasiones fueron reprimidos durante el
gobierno de Duarte, parecieran carecer de voz en medio de este vendaval de
corrupción e impunidad que reduce a los comunicadores a simples cronistas de
una realidad que no puede cambiarse ni corregirse, aunque se atente contra la
razón y la justicia.
Los
medios de información durante el gobierno de Javier Duarte fueron víctimas
directas de sus fechorías. Mataron a varios reporteros, fotógrafos,
secuestraron a trabajadores de talleres, amenazaron con quemar las instalaciones
de trabajo, etc.
Esos
medios que denunciaron, que cumplieron con su responsabilidad histórica y su
compromiso social, ahora sus actividades no sirven de nada. Se han anulado los
medios como si se tratara de una plaga nociva para el estado.
Es
decir, en este país quien hace su trabajo y cumple con su tarea es marginado y
quien abusa del poder es premiado con el tesoro más grande de un delincuente:
la impunidad.
La
población que es la más ofendida en Veracruz no tiene voz, pero su voto lo
dirigió a cualquier partido político menos al que perteneció Javier Duarte. Un
partido que actuó con una simulación de rechazo, cuando todo el tiempo que
estuvo Duarte realizando sus delitos guardó no sólo silencio sino hermetismo sobre
el tema.
Ni
un solo veracruzano estuvo a salvo de las agresiones, porque atacó todos los
ámbitos de la vida cotidiana de la entidad. No hubo rincón del presupuesto del
que no tomara una parte para sí, pero a pesar de ser el ladrón más grande de
cuello blanco en la historia del estado, el delincuente está libre y gozando de
un dinero que no le pertenece.
En
los reclusorios de todo el país hay internos encarcelados por robarse un pan,
una torta, un taco. No tienen juicio ni sentencia, simplemente están ahí de por
vida, olvidados por la justicia que creen impartir las instancias encargadas de
vender la legalidad al mejor postor… Esta
columna se publica los lunes, miércoles y viernes.
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y comentarios, escríbenos a:
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