Dos carnavales veracruzanos
ALMA GRANDE
Por Ángel Álvaro Peña
Veracruz
tiene una urgente necesidad de cambio. Pero no basta cambiar simplemente, sino
que ese cambio debe tener dirección. Hay que saber hacia dónde se
encaminará el cambio, el estado tiene en los municipios en disputa la célula de
esa transformación. De ahí la importancia de las elecciones del 4 de junio en
la entidad.
Porque
será en el municipio donde cada partido que triunfe el primer domingo de junio,
podrá impulsar a su candidato a la gubernatura, ésta sí de seis años, y podrá
influir en la selección del abanderado de su organización política hacia la
Presidencia de la República.
En
este escenario, lo que necesita Veracruz es paz para pensar en la utilidad de
su voto a futuro en este proceso electoral, y la tranquilidad para reflexionar
acerca de por quién debe votar en este momento histórico.
Es
por eso que las descalificaciones entre el gobernador panista, Miguel Ángel
Yunes Linares, y el líder nacional del Movimiento Regeneración Nacional, Andrés
Manuel López Obrador, parecieran un añejo pleito entre dos jefes de tribus
rivales: la del PAN y la de Morena, donde el vencedor se lleva por añadidura,
el triunfo electoral.
Nada
más equivocado.
Lo
que quieren los veracruzanos es paz y armonía. Ya se pelearon seis años contra
una autoridad sorda y ciega que los saqueó y los agredió en su patrimonio.
Lo
que menos quiere el veracruzano es un pleito callejero. Está demasiado ocupado
en remendar la economía familiar como para voltear a ver quién gana en esa
bronca de barrio, donde seguramente habrá dos derrotados y no habrá vencedor,
porque la gente en lugar de ver la pelea centrará su atención en las propuestas
que difunden los otros partidos políticos, mientras el gobierno estatal y
Morena se insultan y descalifican.
En
lugar de buscar entre sus militantes propuestas que aporten proyectos viables
para el desarrollo del estado, uno y otro se exigen pruebas sobre la supuesta
conducta corrupta del otro.
Así,
lo que hoy vive Veracruz es un doble carnaval, donde la diversión y la competencia
electoral van de la mano para entretener y distraer al ciudadano de Veracruz
con un espectáculo tradicional, por un lado, y el otro que se agota en un
pleito que ha dejado de interesar a todos.
Las
elecciones del 4 de junio deben cambiar la historia de Veracruz, darle a la
población certeza y armonía y no incertidumbre y más violencia.
López
Obrador dijo en Miahuatlán que no asistirá al debate al que convocó Miguel
Ángel Yunes Linares, señaló: “No somos iguales y ahora se lo estoy demostrando
a ese gobernador”.
Yunes
Linares aseguró que militantes de Morena recibían 2.5 millones de pesos para
que no dejaran a Coatzacoalcos sin agua.
Y
amenazó con exhibir pruebas de sus acusaciones.
Por
otra parte, Miguel Ángel Yunes Linares no puede tomar banderas partidistas en
su posición de gobernador, porque debe gobernar para todos, y en el caso de
Andrés Manuel López Obrador, debe guardar sus insultos para otro lugar y otro
tiempo, si quiere mantener el capital electoral que obtuvo su organización en
las pasadas elecciones y avanzar en su propuesta política.
En
ambos casos, la guerra de insultos la han hecho a un lado los veracruzanos
porque están preocupados en saber qué candidatos y qué partido podrán resarcir
la economía del estado y la de su familia.
Buscan,
como nunca antes, que los candidatos a las presidencias municipales sean
congruentes en los hechos con sus discursos y que las promesas de campaña sean
lógicas y alcanzables. Quieren políticos que le den prioridad a la población y
dejen atrás los intereses personales o de grupo.
Ante
esta lamentable situación, el veracruzano que ejerce su derecho al sufragio le
tiene sin cuidado un pleito personal, donde, gane quien gane, nada va a cambiar
la realidad de la entidad.
En
toda democracia los cambios se realizan en las urnas y no en un cuadrilátero de
boxeo ni en el callejón de los pleitos.
Veracruz
necesita ver hacia adelante y no voltear para observar el resultado de una
pelea que terminará igual que como comenzó: sin sentido y sin trascendencia.
Podría
decirse que en el pleito personal dos fuerzas políticas se descalifican, y al
hacerlo se salen de la competencia electoral para adentrarse en el mundo del
pugilismo, donde sólo suele haber derrotados y vencidos… Esta columna se publica los lunes,
miércoles y viernes.
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