COLUMNA



Desde el Café

El descontento social se cocina a fuego lento en Veracruz

Bernardo Gutiérrez Parra

Estado alegre y jacarandoso por naturaleza, granero y yunque de la nación como se le llegó a decir en tiempos de Acosta Lagunes, Veracruz comenzó su pesadilla en 2004 cuando Fidel Herrera llegó a la gubernatura y con él llegaron la delincuencia, la inseguridad y la violencia que no tienen para cuándo largarse.

Si Fidel dejó el estado lleno de cadáveres y endeudado como nunca, con Javier las cosas empeoraron; con Miguel Ángel se pusieron mucho peor y con Cuitláhuac se salieron de control. Alguien me dijo que bajo la férula de estos cuatro sujetos los veracruzanos cayeron en los ocho círculos del infierno y quizá no le falte razón.

En Veracruz hay desigualdad, carencias, desempleo, abandono, pobreza, menguados servicios de salud y violencia, mucha violencia. Si bien esto no lo provocó Cuitláhuac García, poco o nada ha hecho por mejorar la situación. Una prueba es la pobreza que en 18 meses de su gobierno aumentó un 9.7% en relación a los primeros 18 meses de cualquiera de sus antecesores.

Cuitláhuac es un gobernador impopular por pusilánime y falto de carácter. Sus numerosas pifias sobresalen sobre sus pocos aciertos y ha defraudado a los veracruzanos que lo manifiestan en las encuestas. Si como líder social sus calificaciones fueron sobresalientes, como gobernador dan pena.

A pesar de que sus tres antecesores fueron un fiasco, es él quien está colmando la paciencia de sus gobernados.

En Veracruz hay enojo y frustración por los desaparecidos, hay impotencia por los secuestros, ira contenida de cientos de niños y adolescentes a los que les asesinaron a sus madres y una mezcla de furia y desasosiego por la violencia desbocada.

Hay descontento entre los pescadores que con esto del coronavirus recibieron un único apoyo de 7 mil 500 pesos cuando ganan en promedio 35 mil mensuales. Y el Presidente López Obrador todavía les dijo “ahorren, no se lo vayan a gastar todo”. Hay descontento en los campesinos a los que les han dado poco o nada.

Hay desesperanza en los pequeños y micro empresarios que recibieron, en calidad de préstamo, 25 mil pesos que ya se gastaron y no les alcanzaron para maldita la cosa. También hay desesperanza entre los desempleados, padres de familia en su gran mayoría, que ante la falta de oportunidades ven su futuro laboral más negro que la noche.

¿Nada de esto sabe el presidente? Si, por supuesto que sí lo sabe. Pero aún con eso vino a atizar el descontento cuando dijo el viernes a los veracruzanos que tienen un gobernador que es lo máximo.

“Subrayo esto, destaco que Cuitláhuac es un gobernador honesto, porque se padeció en nuestro estado de gobernadores mediocres y ladrones en este gran estado de Veracruz, que es más que un estado, es una república que tiene de todo. Sin embargo, padece la contradicción, la paradoja de ser un estado rico con pueblo pobre y esto se debe atribuir sin duda a la corrupción que ha imperado en Veracruz, por eso es una garantía, es una bendición, el que en nuestro estado en Veracruz se tenga a un gobernador honesto como Cuitláhuac García Jiménez”, dijo.

Qué grosería, que falta de respeto para una sociedad aturdida y engañada.

En efecto, Veracruz es un estado rico con pueblo pobre. Pero esa pobreza se ha ensanchado con Cuitláhuac que nada ha hecho por detenerla.

Cuitláhuac es honesto, pero falto de ética porque ha incrustado en su gobierno a familiares cercanos y fomenta la violación a la Ley como en el caso del nombramiento de la nueva Fiscal. Es honesto, pero mira hacia otro lado en asuntos de manifiesta corrupción. Es honesto, pero ha tolerado el despido de cientos de burócratas y no ha hecho nada por combatir el desempleo. Es honesto, pero no ha podido con el desamparo en que viven sus gobernados como consecuencia de la inseguridad. Y va un dato; durante la visita de tres días de su jefe el presidente, hubo en Veracruz siete asesinatos, dos desapariciones y un feminicidio.

Y ahora resulta que también es una bendición.

Futa…

Las declaraciones de Andrés Manuel no fueron para congraciar a Cuitláhuac con sus gobernados, fueron una ofensa y una humillación para los veracruzanos dichas por un presidente perverso y mal intencionado que, sobrado de soberbia, vino a echarle más leña a la olla del descontento social para que se cocine a fuego lento.

No vino a inaugurar una triste aula, un mercado, una carretera, una clínica. No vino a hablar de la inseguridad y la falta de medicamentos; vino a crispar a la población y se fue. “Pero regresaré pronto, paisanos”.

Del descontento al estallido social hay solo un paso que ojalá nunca se dé. Pero si ese descontento se canaliza en las urnas el próximo 6 de junio y los veracruzanos escogen bien a sus alcaldes y diputados, Veracruz podrá atisbar al menos, la salida de los ocho círculos del infierno.

bernardogup@hotmail.com







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