COLUMNA



Desde el Café

¡Ni un paso atrás!

Bernardo Gutiérrez Parra

Dicen que fue viendo una vía abandonada en Yucatán, que al entonces candidato a la presidencia Andrés Manuel López Obrador le vino la inspiración: “Vamos a hacer un tren que abarque toda la península y se llamará Tren Maya”. Verdadera o falsa la versión, lo cierto es que el solo anuncio alborotó el avispero. ¿Un tren en medio de la selva? ¿Un tren que no beneficiará en mucho a la península y le va a dar en toda la torre a uno de los pocos pulmones que tiene el país? No, imposible.

Pero ya ungido Presidente López Obrador calmó a la raza: “No se tirará ni un árbol de esa selva; ni uno solo” prometió. Pero como comenzaran las protestas, dijo que haría una consulta. Y como la consulta fue favorable al tren pero las protestas arreciaron, dijo que le pediría permiso a la Madre Tierra. Y como el 16 de diciembre del 2018 la Madre Tierra se declaró encantadísima de que le tumben parte de la selva, todo quedó listo.

Pero se vinieron las demandas, los amparos, las contrademandas, el coronavirus y se aplazó el inicio de la obra. Fue el 1 de junio, con la nueva normalidad y el país entero en semáforo rojo, que el Presidente llegó a Cancún a dar el banderazo a la cuarta etapa y luego se siguió con las demás.

Y con protestas o sin ellas, guste o no guste la construcción ya se echó a andar.

El problema es que Andrés Manuel sigue sin medir las consecuencias como el impacto ambiental y la contaminación que se generará. El tendido de la vía arrasará no con uno, sino con miles de árboles centenarios y especies maderables en cientos de hectáreas. Alterará el entorno ecológico y diezmará la flora y la fauna ya que decenas de especies desaparecerán.

El señor Presidente va a cometer un ecocidio pero como que le vale gorro.

Si no ha encontrado resistencia entre sus fieles y leguleyos, sí se la han opuesto el EZLN y el Congreso Nacional Indígena. Además de ingenieros expertos en el tema, asociaciones civiles, ambientalistas, catedráticos e investigadores de la UNAM, ITAM y otras instituciones, que han dicho en reiteradas ocasiones que el tren resultará contraproducente en lugar de benéfico.

“No se puede emprender un proyecto de esta naturaleza sin un estudio amplio de los impactos ecológicos, culturales y al patrimonio arqueológico (…) Creemos en la necesidad de resolver los problemas sociales y económicos que afectan a nuestro país. Pero también estamos convencidos de que el verdadero desarrollo y el progreso no pueden derivar de la destrucción de la naturaleza ni del atropello al respeto elemental de los derechos”, le dijeron los expertos en noviembre del 2018.

Pero el Presidente es terco y la obra va.

Lo malo para él es que los indígenas también lo son.

Este martes la Asociación Civil Indignación, Promoción y Defensa de los Derechos Humanos, dio a conocer que el Juez Segundo de Distrito de Amparo y Juicios Penales Federales de Chiapas, concedió la suspensión definitiva en contra de la construcción del Tramo 1 del Tren Maya.

De acuerdo con un comunicado de la Asociación, “Fonatur deberá detener cualquier obra relativa del tramo 1 del proyecto Tren Maya, ordenado por juez federal al otorgar la suspensión definitiva. En favor del pueblo maya ch’ol en Chiapas”.

El problema del Tren Maya tiene solución. La ruta más viable iniciaría en Campeche, pasaría por Yucatán y terminaría en Quintana Roo. Esto lo sabe el Presidente pero no lo acepta. Quiere un tren que comience en Palenque dibuje un círculo en esos tres estados y termine en Escárcega. Es decir, López Obrador no le baja. Ha dicho que ni un paso atrás y así será. Ni un paso atrás aunque tenga que arrasar con media selva. Ni un paso atrás aunque se gaste a lo tarugo 146 mil 100 millones de pesos que deberían servir para otros menesteres. Y ni un paso atrás aunque el Tren Maya termine en elefante blanco y la misma selva lo convierta en chatarra.

bernardogup@hotmail.com





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