Veracruz, al Borde
Del Abismo
ALMA GRANDE
Por Ángel Álvaro Peña
Lo peor que pudo suceder al conocerse la destitución del Fiscal
General de Veracruz, Jorge Winckler Ortiz, fue que el gobernador lo considerara
un triunfo personal. No se trataba de una pelea de boxeo, menos aún de un
pleito entre partidos, esos se dan en el Congreso o en las urnas.
Sin embargo, la pugna había ocurrido con tal intensidad que
durante nueve meses hubo insultos, descalificaciones, acusaciones, etc. Lo que
había sucedido era una pelea de egos, que arrojó como lamentable resultado los
índices de inseguridad más altos de los que se tenga memoria en la entidad.
Ambos se culpaban de complicidad con los delincuentes. Se decía
que los policías estatales los atrapaban y la fiscalía los liberaba. Se
culparon de todo, durante nueve meses y al final, ante la salida del fiscal, el
gobernador en lugar de incidir en la problemática de inseguridad, festejó el
hecho como si hubiera noqueado al contrincante.
La gota que derramó el vaso fue el atentado contra un centro
nocturno en Coatzacoalcos, donde murieron 30 personas. La tragedia conmovió al
país y más allá de nuestras fronteras, el mundo volteó a ver hacia Veracruz
como un lugar donde la vida está en peligro.
Veracruz es uno de los estados que puede captar una gran cantidad
de turistas nacionales y extranjeros; sin embargo, se ve como un
campo minado para la seguridad de quienes atraviesen por su territorio,
gracias a un pleito que en lugar de solucionar los problemas de la entidad, los
agravaron.
Las expectativas de los veracruzanos están puestas en las acciones
de gobierno, es decir, esperan que la gubernatura reaccione para emprender una
diferente manera de gobernar. Esta nueva etapa no debe significar la
ponderación de una victoria sobre el enemigo fiscal sino contra el verdadero
enemigo que es la delincuencia.
Los embates de la delincuencia no se dirigen a la casa de gobierno
o a la fiscalía, el objetivo es la gente. De otra manera no puede haber impacto
social que cuestione el liderazgo tanto del gobernador como del fiscal. La
reiterada agresión de los delincuentes obligó al propio Presidente de la
República a perder la confianza en las instancias que deben meter orden en la
entidad, luego de haber sido una de las que mayores consideraciones tenía de
parte del jefe del ejecutivo.
La guerra entre el fiscal y el gobernador no ha terminado. El
gobernador sigue argumentando que la delincuencia crece en el estado debido a
que la impunidad era propiciada por Jorge Winckler, éste, por su parte,
aseguraba que había complicidad del gobernador con los grupos delictivos,
responsabilidad que también afirmaba el propio gobernador contra el fiscal.
Ambos seguirán peleando como lo han hecho siempre: el fiscal
quiere recuperar su cargo y el gobernador quiere dejarlo al margen del
presupuesto. Lo cierto es que el enemigo está en otro lado y, al parecer,
todavía no se dan cuenta ninguno de los dos.
Mientras haya diferencias tan intensas, enemistades tan directas y
fuertes, la delincuencia en Veracruz seguirá avanzando y toda acción ilegal
corre el riesgo de coronarse con la impunidad. El drama de los familiares de
las víctimas crea una insensibilidad que debería ser sancionada. Tanto
gobernador como fiscal o ex fiscal, deben considerarla como negligencia que no
puede permitir impunidad. Si la negligencia se castiga será el principio de la
contención de una delincuencia que puede desbordar toda autoridad.
En medio de este pleito entre dos funcionarios públicos y el
derramamiento de sangre que ha existido en la entidad, está el grave
cuestionamiento a la democracia en el país. Porque si un gobernador deja de
gobernar para dedicar parte del tiempo que debe a los veracruzanos en rencillas
personales, está poniendo en entredicho el quehacer de los cargos públicos de
elección popular.
Los veracruzanos votaron para transformar la realidad de su
entorno, sobre todo después de un par de administraciones que saquearon las
arcas y permitieron que la delincuencia tomara plazas como propias. Es decir,
la esperanza motivó un cambio que no ha ocurrido. Un cambio de sistema, pero
también de trabajo que debe actuar de manera inmediata ante las adversidades
que tanto gobernador como fiscal, conocen de sobra. PEGA Y CORRE.- El
secretario de Gobierno del estado de Veracruz, pide seriedad en asuntos que son
un drama. Nadie está bromeando en cuanto al dolor de los familiares de las
víctimas. Eric Cisneros, tampoco sabe qué contestar ante tanto absurdo. Es hora
de transformar en serio… Esta
columna se publica los lunes, miércoles y viernes.
angelalvarop@hotmail.com
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