Lucha Anticorrupción
Mediática
ALMA GRANDE
Por Ángel Álvaro Peña
Los tiempos de la justicia parecieran no ser los mismos que los de
la razón y menos los de la legalidad. Aparecen en los medios personajes que
están presos sin sentencia como Javier Duarte de Ochoa; prófugos de la justicia
como Emilio Lozoya y César Duarte; detenidos sin acusación precisa como Juan
Collado y Rosario Robles, entre otros muchos que no se sabe si se va a
proceder, se les sentencia, se les libera o se les refunde en la sombra por
muchos años.
Todos los mencionados tienen que ver con la administración
pública, todos ellos cobijados por el tiempo y el espacio por una de las
administraciones públicas más corruptas en la historia del país, que fue la de
Enrique Peña Nieto, quien seguramente sólo ve pasar las piedras muy cerca de su
cabeza.
Los mexicanos deben estar muy contentos de que se haya perseguido
a los sospechosos de fraude, especulación, desvío de fondos, lavado de dinero,
etc., pero serán realmente felices como lo afirman las encuestas cuando todos
ellos y otros muchos sean sentenciados y encerrados por años en la cárcel.
Las pesquisas, detenciones, búsquedas, sospechas no pueden
limitarse a alcanzar los medios y hacer desde ahí como que se hace justicia y
se vive en la legalidad y se consolida el Estado de Derecho.
La impunidad no se acaba ni con rezos ni con amenazas. Se castiga,
de manera ejemplar, para que no se vuelva a repetir ni un solo acto de
corrupción dentro de la administración pública. Javier Duarte, uno de los
gobernadores veracruzanos más voraces en cuanto a la práctica de la corrupción,
lleva más de dos años detenido sin sentencia. En ocasiones pareciera que tiene
un pie en la calle, pero no se le ve preocupado por su tiempo de estancia en la
cárcel, donde parece estar en su elemento.
Mientras no se atrape a los prófugos y se sentencie a los
detenidos, la impunidad seguirá campeando por la administración pública, sin
importar el partido que gobierne, porque no castigar la corrupción significa
alentarla, impulsarla, perdonarla, olvidarla.
Los medios han registrado paso a paso los detalles de las
detenciones, las posibles causas de su encarcelamiento, pero los sospechosos se
mantienen entre la inocencia y la culpabilidad, de tal suerte que una de las
banderas del Presidente de la República durante su campaña, que fue la lucha
contra la corrupción, se convierte en un espectáculo mediático que no tiene
final.
Por lo pronto vivir con la zozobra de ser detenidos seguramente
implica una desestabilización que es peor que una cadena perpetua, otros están
remojando sus barbas antes de que se las corten y la mayoría de ellos ya saben
a qué abogado acudir a la hora de necesitar un amparo.
El Presidente ha dicho que la corrupción no se lleva a cabo dentro
de la administración pública, para que se concrete este delito debe tener una
contraparte que ofrezca o dé dinero, la mayoría, lo ha reiterado, han sido
empresarios. Asegura que el poder económico y el poder político estaban
hermanados, pero hasta la fecha no ha habido un solo empresario que haya sido
investigado y menos aún castigado, detenido, o juzgado. Esperemos que la lucha
contra la corrupción inicie. PEGA
Y CORRE.- El uniforme de los soldados mexicanos no sólo
representa al pueblo vestido de verde olivo, también es parte de la historia y
un símbolo de identidad de los mexicanos, agredir físicamente a los militares
sin que se defiendan en la misma forma, es una agresión a todos, es por
ello que la Secretaría de la Defensa Nacional anunció que en los casos en
los que el personal militar o de la Guardia Nacional sean objeto de una
agresión, estos actuarán en su defensa legitima, “para proteger la vida e
integridad física de los miembros de las Fuerzas Armadas, con estricto apego al
orden jurídico vigente y a los Derechos Humanos”. Habrá que ser muy precisos
para no caer en la represión del pasado pero tampoco en la vulnerabilidad
pasiva que quieren ver los infractores… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.
angelalvarop@hotmail.com
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