COLUMNA

NEXOS CON LA VERDAD

Edgar A. Mendoza Alafita
Xalapa-Equz., Ver.; noviembre 18 de 2013

LA REVOLUCIÓN INTERRUMPIDA

Las grandes luchas de los Liberales en la Revolución de Ayutla, desde que se proclamó el Plan de Ayutla el 1° de marzo de 1854 e iniciaron las hostilidades en Acapulco, hasta su triunfo con la fuga de la capital del país del Dictador Antonio López de Santa Anna el 9 de agosto de 1855; abrieron paso al desarrollo Capitalista del País. Empezando por la liberación del mercado de tierras, los Liberales dictaron distintas Leyes para garantizarla atacando a las Clases Privilegiadas que sostenían a la Dictadura y crecían bajo su amparo, y, principalmente, contra las dos más visibles y más poderosas, el clero y el ejército. Más bien dicho, contra el clericalismo mezclado con política y el militarismo en forma de corrupción del ejército.
Pero el resultado de estas Reformas no fue el surgimiento de una nueva Clase de Pequeños Propietarios, sino la creación y reforzamiento de una Clase Terrateniente que concentró en sus manos enormes cantidades de tierras producto de la desamortización de los bienes eclesiásticos y la expropiación de las riquezas de las castas militares. De ésta forma, se fueron extendiendo las relaciones Capitalistas con la fuerte presencia y expansión de las Haciendas, y con la combinación de éstas con formas y relaciones precapitalistas de dependencia de los peones hacia la Hacienda, y con el dominio local de hacendados y caciques.
Las Leyes de Reforma de Benito Juárez García, Sebastián Lerdo de Tejada y Melchor Ocampo, no hicieron más que reafirmar ésta situación. Al Lic. Benito Juárez, los hermanos Ricardo y Enrique Flores Magón y el Gral. Lázaro Cárdenas del Río, les resultó lo mismo; actuaron de buena fe, con patriotismo, con amor al pueblo, pero fueron hasta cierto grado ingenuos, y en sus acciones, Decretos y Leyes, no pusieron frenos ni candados pues creyeron que todos iban a pensar y actuar como ellos. Con ellos cabe el dicho ese de que: “Nadie sabe para quién trabaja”.
Hacia la década que inició en 1870, el mundo entraba en la etapa del Imperialismo, y en ésta etapa, bajo el Régimen de Porfirio Díaz Mori, en México se van a desarrollar los procesos económicos de expansión para la producción de materias primas e inversión del Capital Imperialista. México va a ver surgir, sobre las bases desarrolladas desde la segunda mitad del siglo XIX, la moderna Hacienda porfiriana, productora de azúcar, algodón, henequén, café y ganado; la economía de plantación, el desarrollo industrial en las ramas textiles, ferrocarriles, alimentación, y luego la electricidad; el auge y modernización de la industria minera y, la creciente proletarización y pauperización de las masas.
Todo éste desarrollo se va a dar sin que desaparezcan las formas precapitalistas de dependencia del peón a la Hacienda que, junto al salario, mantienen ligada a ella a la fuerza de trabajo.
Con la expansión del Comercio Mundial, las Haciendas crecieron aún más, expropiando a las comunidades y pueblos, y generando fuertes resistencias. Pero la resistencia que se generó en los pueblos ante el avance de la Hacienda no estuvo aislada, sino que se combinó con otras
formas de la resistencia campesina y obrera y, con la oposición de la pequeña burguesía urbana en ascenso, ligada al desarrollo de la economía, que veía limitadas sus posibilidades de consolidación y desarrollo, todos ellos, contra la Dictadura Porfirista, Dictadura que en realidad ejercía el Partido Científico encabezado por el Ministro de Hacienda, el semi-francés José Ives Limantour.
En éste marco, y al no tener organismos propios, las masas intervinieron en la lucha interburguesa, pero subordinadas a una u otra facción Capitalista.
Las disputas entre las distintas facciones burguesas se vieron acentuadas por el contexto impuesto por la crisis mundial de 1907/1908, que repercutió en México derrumbando los precios de los principales productos de exportación.
En 1908 un terrateniente llamado Francisco Ignacio Madero, en la intimidad de su Hacienda escribe un libro que intituló “La Sucesión Presidencial en 1910”, y forma una Agrupación que denomina “Centro Antirreeleccionista de México” llevando a cabo acciones por las que fue perseguido por el gobierno porfirista.
En octubre de 1910, después de huir de San Luis Potosí, Madero, estando autoexiliado en San Antonio, Texas; lanza el Plan de San Luis Potosí. En éste programa, plantea el Principio de Sufragio Efectivo y No Reelección, y plantea la restitución de las tierras expropiadas injustamente a las comunidades, por medio de los tribunales una vez que termine la Revolución.
Madero agrupó a un movimiento vasto y heterogéneo, que incluía a un sector importante de la burguesía cuyo eje de acumulación se iba trasladando de la propiedad agraria a la industrial, a sectores de la pequeña burguesía urbana y, a sectores obreros y campesinos.
Tanto en el norte como en el sur los campesinos se levantaban contra la Dictadura de Porfirio Díaz, enarbolando las banderas maderistas. Pero Madero no quería encabezar una Revolución, Madero quería el poder por el poder; él era un terrateniente burgués educado en Estados Unidos, con nexos en el País Norteamericano por medio de su hermano Gustavo que, según documentos que existen en el Departamento de Estado de ese País, tenía amistad con los ejecutivos de las Petroleras Estándar Oil y Waters Pierce las cuales apoyaban a Madero y sus adictos; y a las que Madero había prometido concesiones y privilegios de diferente índole, ya que, Porfirio Díaz les había extendido todas las concesiones (minería, ferrocarriles, petróleo, etc.) a Francia, Inglaterra, Holanda y Alemania. (Citado por Alperovich en el libro: “La Revolución Mexicana de 1910 y la Política de los Estados Unidos”/ECP México 1976), (Así como el libro del ex Embajador estadounidense Henry Lane Wilson, intitulado: “Diplomatic Episodes in México, Belgium and Chile”).
Cuando la guerra campesina se extendió a todo el país, Porfirio Díaz y Madero trataban de negociar -yo creo que a éstos dos les aprendió Carlos Salinas de Gortari lo de la famosa “alternancia política”; porque además eso de negociar es de familia, ya estamos viendo cómo se las gasta el Madero panista de hoy en día- pero los broncos Doroteo Arango, mejor conocido como Francisco Villa y, Pascual Orozco se negaron a la negociación, le pintaron “caracolitos” a Madero y desobedeciendo sus órdenes, el 10 de mayo de 1911 las fuerzas revolucionarias
encabezadas por éstos, tomaron Ciudad Juárez, Chihuahua; enviándole con esto un saludo a la mamacita de Don Porfis y de paso a la de Don Panchito Madero. Entonces Madero firmó con el gobierno el Tratado de Ciudad Juárez, por el que Porfirio Díaz renunciaba a la Presidencia, se convocaba a Elecciones y, (ojo) se desarmaba a los ejércitos campesinos y dejaba intacto al ejército porfirista, además, el Acuerdo -que se me figura a un “Pacto” que hoy es muy popular- no mencionaba el problema de la tierra.
Madero había traicionado a su propio Plan, el de San Luis y, por lo consiguiente, a los campesinos.
Pero los campesinos no se detuvieron. Para ellos empezaba la Revolución. A lo largo y ancho del país, los campesinos tomaron las tierras de las Haciendas y las protegieron con las armas en la mano.
En Morelos, el Movimiento Zapatista cobraba creciente vigor. Conformado esencialmente por los campesinos de los pueblos, pero también por los obreros agrícolas, el movimiento comenzó apoyando inicialmente a Madero, pero desarrollándose en la perspectiva de contar con una dirección propia, elegida por los campesinos. A medida que los acontecimientos se iban desarrollando, esto le permitió al Zapatismo convertir ese apoyo en alianza de clase, y más adelante en ruptura.
Esta ruptura se va a cristalizar en el Plan de Ayala de Emiliano Zapata a las tres semanas de asumir Madero el Poder. Este Plan, en sus aspectos fundamentales, plantea la nacionalización de los bienes de los enemigos de la Revolución, es decir, de los terratenientes y capitalistas, y la toma de las tierras por los campesinos. Este Plan, tiene características definitivamente revolucionarias, ya que va más allá de las reivindicaciones del ala radical pequeñoburguesa.
Sus planteamientos son anticapitalistas, ya que atacan la base misma de la acumulación del capital. En este sentido, se puede decir que los métodos y la iniciativa del zapatismo son revolucionarios.
Madero no estuvo de acuerdo con el Plan de Ayala.
Pero los Zapatistas se enfrentan a un límite concreto, que es la cuestión del Poder. Las formulaciones campesinas, por su propio carácter de clase, no logran superar el ámbito local. Los campesinos de Morelos le dieron una salida revolucionaria a la cuestión de la tierra, pero no tenían ningún planteamiento de salida política a nivel nacional.
La alianza con el movimiento obrero, que podría haber ofrecido este puente, y resolver la cuestión del Poder en un sentido Socialista, no fue posible por la debilidad del movimiento obrero, que no tenía direcciones propias ni organismos independientes; además, la Casa del Obrero Mundial, de donde Álvaro Obregón extrajo y conformó los “Batallones Rojos”, pronto fue cooptada por el gobierno. En éste sentido, al no poder darle una salida a la cuestión del Poder, la salida que se impone es la burguesa, como finalmente sucedió.
Lo que siguió después, entre 1912 y 1920 y que se agudizó con el asesinato de Madero el 22 de febrero de 1913, asesinato que fue maquinado por el Departamento de Estado de los E.U. a través de su Embajada en nuestro país al ver la tibieza de Madero y que no les iba a conceder lo prometido; fueron tan sólo batallas campales entre grupos carrancistas, obregonistas, etc., etc..
Excluyendo a los ideales zapatistas, no fue más que una guerra civil por el Poder, o sea, “La Bola”.
El 10 de abril de 1919, Emiliano Zapata muere asesinado en la Hacienda de Chinameca, Morelos cerca de Cuautla; y con él mueren los verdaderos ideales de la Revolución, ideales que compartían el Ingeniero Camilo Arriaga, los hermanos Ricardo y Enrique Flores Magón, Librado Rivera, Praxedis G. Guerrero, Juan Sarabia y, los héroes sin nombre: Los obreros de Orizaba, los mineros de Cananea, los campesinos de Morelos y, los ferrocarrileros; todos ellos verdaderos Precursores de los Ideales Revolucionarios.
Así terminó en México el intento de hacer una Revolución que cambiara la situación de injusticia y explotación en que vivía y vive la mayoría de nuestro pueblo.
Con la única excepción, el Gobierno del General Lázaro Cárdenas de Río, que fue como una bocanada de aire puro, han seguido gobiernos, hasta la fecha, unos más otros menos ineptos, rateros, asesinos e incapaces, que amparados en las banderas de los vencidos y en el bla bla bla de los vencedores, regresaron al País al ideal de Porfirio Díaz: Entregarlo al extranjero.
Porque como dijera Álvaro Obregón, cuatísimo y paisano del bisabuelito del PRI, Plutarco Elías Calles, mismo que después lo asesinó: “Nosotros seremos los Científicos (Neoliberales digo yo) del mañana…”
Alguna coincidencia con la actualidad?
No hay nada que celebrar el día 20 de noviembre, porque simple y sencillamente…, no hubo tal.
Descanse en paz la “Revolución Mexicana”.
¡Ah!, se me olvidaba…
¿Por qué Don Venustiano Carranza suspendió el reparto de tierras propiedad del hacendado Félix Díaz en Matamoros, Tamps.; que llevaban a cabo los Generales Lucio Blanco y Francisco J. Múgica el 29 de agosto de 1913, en claro cumplimiento a las añoranzas de los campesinos; y hasta cesó a los Generales???












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