Un Año En La Historia
ALMA GRANDE
Por Ángel Álvaro Peña
En los cambios profundos quien quiere sentirse derrotado así se
siente. En una transformación hay lugar para que todos la impulsen, incluso se
ha convocado a propiciar el cambio a quienes por mucho tiempo lo impidieron.
Nadie puede negar que en estos siete meses de gobierno hay más
aciertos que errores, pero cuando estos sirven a los intereses del pasado y sus
protagonistas es necesario hacerlos más grandes, magnificarlos para que
impacten, aunque sea un artificio efímero en los medios.
A un año de la elección hay quienes siguen eligiendo la derrota
como forma de gobierno, extrañan el yugo y añoran la corrupción. Desde luego
que, para poner orden en una casa lleva tiempo, el desorden era grande,
inmenso; sin embargo, a los siete meses de gobierno y al año de la victoria
electoral, los desesperados quieren cambios radicales que nunca exigieron a
otros presidentes. Les temían.
Ahora que el respeto es evidente, ahora que se han despojado del
miedo a ser desaparecidos ante la protesta airada, quieren cobrar facturas por
los platos rotos de todos los gobernantes anteriores al actual gobierno.
La libertad se abre y quienes la ejercen primero son los que
quieren experimentar el sabor de la disidencia que siempre guardaron
silenciosos en su pasividad. Ahora, las calles están abiertas a la disidencia y
son habitadas por los inconformes. Tienen razón para estar descontentos ante la
intención de centrar como objetivo principal de las acciones de gobierno a los
pobres, olvidados por años, siglos de regímenes prácticamente coloniales.
Negarse al cambio es anclar en el pasado los intereses que se ven
perdidos. Es necesario ver al futuro para saber las razones por las que se
protesta en el presente; sin embargo, las protestas son a veces tan
irracionales como sus consignas que no dicen nada y lo único que muestran es un
movimiento sin congruencia que viene a derivar en un berrinche social sin líder,
ni partido ni objetivos.
El desamparo de esa sociedad que ahora protesta en las calles
contra el nuevo régimen es evidente, porque está entrampado entre la necesidad
de protestar porque así lo dictan sus intereses y la incapacidad de tomar un
camino político que pueda satisfacer sus necesidades.
Están atrapados en el pasado del que se inscriben como nostálgicos
y al que no quieren regresar, pero también se encuentran atascados en un
limitado panorama de partidos políticos que ya no pueden ofrecer más de lo que
dieron, y lo que dieron no pudo satisfacer a nadie.
Es decir, la inconformidad no tiene líder, carece de partido que
pueda encausar las necesidades de un sector de la población que, si bien tiene
una gran carga de resentimiento, no tiene una oferta política que pueda darle
consistencia a la inconformidad, de ahí que las consignas suenen disparatadas
ante una administración pública que ha sabido incursionar en la tolerancia
hasta niveles insospechados.
En medio del caos que intentan algunos convertir en oposición, y
los más optimistas en contrapeso, surgen estudios sobre la popularidad de
Andrés Manuel López Obrador, elaborados por la empresa de Dionisio Morales, que
goza de gran prestigio en el país, señalando que, al año de haber
triunfado en las urnas, la aprobación de López Obrador se mantiene
prácticamente sin cambios, ubicado en un 73 por ciento, por lo que el natural
desgaste de gobernar no ha hecho daño al Presidente.
La fluctuación de las marchas de protesta es manejada con mucho
dinero que no refleja la inversión en sus resultados; en cambio, en medio de la
austeridad, la nueva administración no sólo conserva las simpatías de la gran
mayoría de la población, sino que estas crecen.
Ante este otorgamiento de mandato, las marchas contra la actual
administración, programadas para más de 40 ciudades en 32 estados sólo se
llevaron a cabo en siete, siendo la más numerosa en la capital, en proporción
al número de población.
Para el gobierno son bienvenidas esas marchas, porque de ellas se
retoman inquietudes y necesidades y se desechan intereses y nostálgicas
canonjías.
La gente, a favor o en contra, ve a un Presidente que por fin
trabaja, que se levanta temprano y hace transparente todas sus actividades, las
muestra a la población y las discute con la gente. Eso mueve opiniones a favor
o en contra, pero a un año del triunfo electoral el balance es positivo. Ahora
se hace campaña con acciones de gobierno y se trabaja escuchando a todos,
incluso a las minorías que en domingo caminan por Reforma y en ese andar,
desacostumbrados a trasladarse a pie, no saben cómo llegar al zócalo. PEGA Y CORRE. – La
falta de democracia interna en el PRI forma parte de sus usos y costumbres,
ahora, ante una derrota que lo coloca en la agonía, la organización sigue esa
práctica como adicción, esta vez, Ivonne Ortega, denunció amenazas contra
ella y su familia por parte de un exgobernador que apoya a su
contendiente, Alejandro Moreno Cárdenas. Grave la situación en el PRI. Muy
grave… Esta columna se
publica los lunes, miércoles y viernes.
angelalvarop@hotmail.com
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