Reforma Laboral Sin Charros
ALMA GRANDE
Por: Ángel Álvaro Peña
La reforma laboral está elaborada mitad para encajar en el nuevo
Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, y la otra mitad producto
de las propuestas del partido en el poder.
La añeja postura de los gobiernos progresistas de incrementar los
salarios de los trabajadores coincide con las condiciones de los vecinos del
norte en la necesidad de aumentar los salarios. Pero también de tener sindicatos
libres de mafias; sin dudas en la elección interna para designar líderes, y
esto todavía no es posible.
Pareciera mentira que en México es más fácil convencer a los
empresarios de aumentar sustancialmente le salario, que exterminar el charrismo
añejo en los sindicatos.
Los salarios en México son de los más bajos del mundo, con una
capacidad de consumo que a lo largo de la historia han acumulado mercancías que
nadie puede comprar y esto, ante los ojos de los grandes empresarios del mundo,
debe transformarse.
Porque la competitividad no sólo está en los productos terminados,
no es la mercancía únicamente el satisfactor de necesidades ni su venta la
única manera de obtener confort. Los salarios bajos no sólo repercuten en la
reducción de consumo sino en la inconformidad social que puede, en un momento
dado, convertirse en rebeldía social generalizada y en este ambiente nadie
quiere invertir y mucho menos consumir artículos innecesarios, y debemos
recordar que vivimos tiempos de enorme consumo de artículos que nos son vitales
para la sobrevivencia del ser humano.
El Tratado de Libre Comercio quiere no sólo inversiones seguras
sino tranquilidad social en el territorio de sus socios, y en México los
salarios son tan bajos que nadie podría prever lo que podría suceder en el país
ante el crecimiento del hambre y la miseria.
“Es importantísimo que se garanticen las libertades plenas
para los trabajadores”, aseveró López Obrador, al tiempo que señaló que se
trata de una reforma que tiene avances que su gobierno apoya.
La libertad de los trabajadores para elegir a sus líderes, para
decidir sobre el destino de sus trabajos, para exigir respeto a sus derechos,
para tener elecciones libres al interior de sus organizaciones gremiales, es
indispensable en estos momentos para que haya Tratado de Libre Comercio. Cuando
se firmó el primer Tratado con los vecinos del norte, cuyo instrumentador fue
el priista Jaime Serra Puche, durante el sexenio de Salinas de Gortari, los
salarios en México estaban delimitados, encadenados, condenados a ser de los
más bajos del mundo, lo que convirtió al país en un atractivo para cierto tipo
de inversionistas, que en su tiempo, se ponderó y difundió como si se tratara
de la salida de la pobreza, pero esta se hundió más hasta convertirse en miseria.
La misma situación de bajos salarios que hizo que los
inversionistas voltearan la mirada para instalarse en México, ahora la rechazan
porque crea descontento social y una mano de obra que puede desgastarse o bien
levantar la voz y tomar las calles.
Por otra parte, los despidos masivos o injustificados que
anteriormente los líderes sindicales percibían como un acto normal, deberán ser
regulados y, sobre todo, evitados. Los derechos humanos de los trabajadores,
que incluye una vida digna para ellos y para su familia, debe ser un punto de
partida para firmar las negociaciones cuyos beneficios para México son en
realidad relativos.
En este caso, la firma del tratado comercial con los socios del
norte tendría como gran logro para los trabajadores mexicanos sus derechos a
salvo.
Algunos sindicatos en México han servido para regatear los
derechos de los trabajadores, para mantener sus salarios bajos, para evitar que
el obrero que ensambla refrigeradores pueda tener uno en casa. La crueldad de
empresarios y sindicatos mexicanos se transforma, mitad a causa de las
imposiciones del Tratado de Libre Comercio y mitad por la postura del nuevo
gobierno federal. PEGA Y
CORRE. – Hay varias noticias buenas en México, aunque haya
quienes quieren ocultarlas. En primer lugar, las aduanas han recabado 35 por
ciento más en cinco meses, comparado con cualquier lapso igual en anteriores
administraciones; la otra es que con la aplicación de políticas públicas
productivas, sustentables e incluyentes, está previsto que la producción
agroalimentaria del país para este año alcance las 293.3 millones de toneladas,
lo que representa un crecimiento de 2.6 por ciento con respecto a 2018.
Esperemos más y mejores buenas noticias… Esta
columna se publica los lunes, miércoles y viernes.
Dudas y comentarios:
angelalvarop@hotmail.com
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