CON DERECHO A RÉPLICA
Por Francisco Vargas
Perales
“Me Acusarán de Matar al Padre PRI…”
El
Partido Revolucionario Institucional (PRI), el otrora poderoso partido que
desde hace nueve décadas era el partido en el poder en nuestro país, es ahora un
muerto insepulto, o al menos así lo considera la población y los mismos
priistas, que ya quedan pocos. Hace algunas
décadas el pertenecer al Partido Revolucionario Institucional era como tener asegurada
una plaza en el gobierno federal o estatal, cuando menos de burócrata. Que no
decir de los candidatos de este partido a elección popular, tenían asegurado el
triunfo en las elecciones, “el que ponga el PRI, gana”, decían en este
pueblo. Desafortunadamente como dijera
el divo de Juárez en una de sus canciones “El tiempo pasa y no perdona”.
El
PRI, el poderoso PRI, el Goliat de los partidos políticos en México, está en el
suelo, está en la lona, se diría en el argot deportivo. Tratar de explicar el porqué de esta venida a
menos del Partido Revolucionario Institucional ya ha ocupado ríos de tinta en
los periódicos y revistas de corte político y ahora más con la tecnología de
las redes sociales, simplemente yo diría que es un partido anquilosado, como
anquilosados han sido sus directivos, “renovarse o morir” dice la máxima y en
el PRI no hubo renovación, siempre los mismos cuadros, siempre los mismos directivos,
siempre las mismas imposiciones, siempre el gran elector, pero ahora no siempre
el mismo pueblo sumiso. Esto último término con el PRI, como se acabó con el
tirano en las revoluciones conocidas.
El
antecesor del PRI fue fundado en 1929, ocupaba el nombre de Partido Nacional Revolucionario
hasta 1939 que mudó al nombre de Partido de la Revolución Mexicana y en 1946
los jerarcas del PRI en aquel entonces, decidieron reciclarlo, cuando menos de
nombre y lo bautizan como Partido Revolucionario Institucional, nace con las
mismas mañas para triunfar, las mapachadas en ese entonces estaban a la orden
del día, imperaba en las elecciones el robo de urnas, funcionarios del mismo
PRI aprobaban las elecciones, no había de otra, el PRI ganaba o ganaba, eran tiempos
posrevolucionarios, los tiempos de Tomás Garrido Canaval, el tabasqueño de las
camisas rojas y otros que con sangre pintaban el logotipo del PRI.
Pero
desde ese entonces ya había insurrectos, hombres que también habían luchado en
la revolución mexicana, generales que habían participado en la derrota del
tirano Victoriano Huerta, no era el generalato, eran personas que tenían acendrado
el espíritu libertario y sabían, se daban cuenta, que el PRI era el partido del
opresor. En 1952 el Partido
Revolucionario Institucional lanza como su candidato a la presidencia de la
república a Don Adolfo Ruíz Cortines, Secretario de Gobernación del presidente
saliente Miguel Alemán Valdés. militares
dirigentes de la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano (FPPM) se disponen
a dar la pelea en esas elecciones al partido en el poder, el PRI, y nombran
como su candidato al general – para que la cuña apriete, dicta el refrán
popular – Miguel Enríquez Guzmán, distinguido militar, que había acompañado al
presidente Francisco I. Madero en su histórica marcha hacia el Castillo de Chapultepec.
La
lucha para ganar la presidencia de la república en aquella ocasión fue cruenta,
ya desde aquellos ayeres el pueblo quería acabar con el Partido Revolucionario
Institucional que significaba opresión disfrazada de democracia, en esa ocasión
hubo gente del pueblo asesinada y muchos detenidos en pueblos y ciudades, sólo
por defender sus ideales políticos, para ese entonces el ciudadano que no
votaba por el PRI era insurrecto y se arriesgaba a la pérdida de su
libertad. En su campaña electoral a Don
Miguel Enríquez Guzmán lo acompañaba el general Roberto Cruz, destacado
revolucionario y político compañero de armas de Álvaro Obregón y Plutarco Elías
Calles, fundador del PRI.
Roberto
Cruz era un hombre bragado, acostumbrado
al zumbido de las balas y al fragor de las batallas, que sabía que había que
terminar con el cacicazgo que estaba regresando con el PRI. El general Roberto
Cruz en el periodo como presidente de la república del jefe máximo – como le
llamaban a Plutarco Elías Calles – era director de la policía capitalina y le
tocó acatar la orden de fusilar al padre Miguel Proo, a quién señalaban de ser
el autor intelectual de la muerte de Álvaro Obregón, candidato a la presidencia
de la república, hecho por el cual siempre fue señalado el general Cruz, algo
que nunca le fue perdonado por el pueblo mexicano, que era eminentemente
católico. En uno de los vehementes
discursos del general Roberto Cruz en la
campaña proselitista del general Miguel Enríquez Guzmán, pronunció: “me
acusaron de matar al Padre Proo, ahora me van a acusar de matar al padre PRI”.
Desafortunadamente
para el PRI no son los partidos políticos contrarios a él los que lo quieren
terminar, son sus mismos dirigentes, aquellos que por muchos años se han visto
favorecidos con prebendas que les han
sido otorgadas por ser “hombres
del sistema” y ejemplos hay muchos. En una
ocasión, hace como una década, leí declaraciones del entonces dirigente del Sindicato de Empleados
del Ayuntamiento de Poza Rica, Fermín Cruz (+), hombre que llevaba más de 30 años ostentando
ese cargo, que vivió los mejores tiempos del Partido Revolucionario
Institucional y que por el corporativismo imperante los trabajadores deberían
de estar afiliados al Partido Revolucionario Institucional, el hombre en sus postrimerías
como dirigente expresó a los reporteros que “si yo voy a hablar del PRI con un
amigo, me manda a la chingada”. En esto
terminó el PRI repudiado por sus propios militantes que ahora buscan barco
donde navegar esperando que les sople mejores vientos, se dice en términos marinos
que las ratas son las primeras en abandonar el barco cuando se está hundiendo y
ejemplos hay muchos. Yo digo y nada más.
Y hasta la próxima Dios Mediante.
Para
Réplica o comentarios se pone a su
disposición el correo electrónico franciscovperales@hotmail.com
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