Pasillos del Poder: ¿DÓNDE ESTÁ PAPÁ?
César Augusto Vázquez Chagoya Leanos
en www.pasillosdelpoder.com www.enlaceveracruz212.com.mx
vazquezchagoya@prodigy.net.mx 19 de AGOSTO de 2012
Por: César Augusto Vázquez Chagoya
Por: César Augusto Vázquez Chagoya
Xalapa, Ver. Pedrito, de cinco años, ya tenía días sin ver a su padre.
Siempre faltaba una o dos noches por el trabajo, pero ya tenía 15 días de no
llegar al hogar. Veía a su madre más seria, irritable y llorosa que nunca. Se
atrevió un día a preguntar: “¿Dónde está papá?”… La contestación fue “No sé,
pero no te preocupes, ya llegará”.
Mucha gente ha de pensar que ser policía es fácil. Hoy como nunca existen peligros no sólo en el mismo trabajo, sino en la calle. Gracias al presidente Felipe Calderón, a todos los policías, sin miramientos, los ataca diciendo que están coludidos con el crimen organizado.
El mandatario no hizo los mismos señalamientos ni con los marinos, miembros del Ejército, agentes de la Procuraduría General de la República o con la Policía Federal que comanda Genaro García Luna, quien está en la sospecha nacional de proteger al Cártel del Pacífico que comanda Joaquín Guzmán Loera (a) “El Chapo”.
El presidente Calderón ha manejado un doble lenguaje y ocupa la justicia para atacar a sus enemigos políticos. Si es cosa de aplicar la ley, ésta debe ser pareja. Los hechos lo dicen: tres generales del Ejército en la cárcel por ir a una reunión de la Fundación Colosio, que pertenece al PRI, donde se sentaron con el presidente electo Enrique Peña Nieto.
Al fin del sexenio, por fin se dio cuenta la procuradora general de la república, Marisela Morales, que su policía no servía y la desaparece. Es la única que constitucionalmente tiene la facultad de perseguir al crimen organizado. Esa facultad no la tienen ni los marinos, el Ejército y Policía Federal, que sólo son auxiliares de la PGR.
Este presidente, muy mal presidente, inició una guerra contra los narcotraficantes de pura puntada. Debió primero fortalecer a las instituciones, si es que ya tenía el diagnóstico del mal. No tenía un Ejército ni Marina preparados, quienes fueron adaptándose a estar haciendo el papel de policías hasta en sus camionetas.
Calderón se acordó a lo último y nunca resolvió que le faltaban reclusorios, por lo que utilizó los penales estatales para después atacarlos de corruptos. Apenas se dio cuenta que necesitaba un gran laboratorio de criminalística y lo acaba de crear a unos meses de su salida.
De plano, como no puede, ya los gobiernos estatales se apresuran a construir anfiteatros para guardar los cientos de muertos que no se identifican y que no estaban preparados para recibir.
Más de 60 mil muertos, más de 10 mil desaparecidos, sin contar a los casi 12 mil inmigrantes que se los tragó la tierra y la cifra aumenta. Toda la república está bajo la amenaza de la extorsión y más los que tienen negocios: Calderón niega que se hayan cerrado más de 150 mil en el país y menos va a reconocer los que no se abrieron por miedo a ser extorsionados.
En el amplio campo del país, las bandas de ladrones de ganado se han incrementado con impunidad y más en Veracruz, primer productor nacional. La población rural está migrando porque aparte de que no hay trabajo porque nadie quiere invertir, se van a la ciudad porque --aunque no se crea-- hay más seguridad gracias a las fuerzas armadas.
Volvemos a los policías. Casi medio millón en toda la república repudiados por Calderón. Aparte de ser amenazados por los criminales, no tienen ninguna protección: armas viejas, andan solos. Los malos atacan de improviso, encapuchados y hasta granadas traen.
Como no se pueden defender de los malosos, también son hostigados por las fuerzas armadas, situación que ha cambiado de manera paulatina porque ya no se dan conatos de enfrentamiento entre policías y militares.
“Veracruz Seguro” poco a poco está funcionando y no porque lo pensara Calderón, sino porque los jefes militares regionales supieron que acompañados de policías, éstos conocían los caminos y llegaban a los malosos más rápidamente.
En Veracruz estamos llegando al grado --y es grato decirlo-- de que las acciones militares se están humanizando más. Vemos a elementos de la Marina preguntando a la población su actuar y qué deben de mejorar.
Veracruz, un estado que es paso obligado del narcotráfico, gracias al programa “Veracruz Seguro” se han bajado significativamente los hechos delictuosos. No sabemos qué pasa en el crimen organizado, pero ya comentan que “los halconcillos anda muy inquietos” (personas dedicadas a informar los movimientos de las fuerzas armadas).
Cada día son apresados más malosos en la entidad, aunque se están dando ajustes de cuentas y más ahora que regresa el Cartel de Jalisco a Veracruz para combatir a los ZETAS. Las extorsiones están bajando, pero siguen. Se están cerrando negocios o los toman los delincuentes.
Una cosa piensa el presidente, y en otra los jefes militares regionales. Antes de las elecciones federales, poco a poco, se concentraba a la policía estatal, se les desarmaba, les quitaban los celulares, los esposaban y se los llevaban a lugares desconocidos.
No pudieron avisar a sus familiares. A las mujeres y maridos de los policías estatales desaparecidos no se les dio ninguna explicación más que se habían ido a un curso donde no hay teléfonos. Lo único que les daba esperanza es que recibían sus quincenas. Cerca de 500 hombres y mujeres desaparecidos.
Una cosa sí fue cierta: unos estaban en un curso en Tlaxcala, pero los demás estaban detenidos en diversos lugares del país donde eran interrogados. Calderón, buscando arrebatar las elecciones en Veracruz, no quería policías estatales que contaran lo que hacían sus enviados.
No es cosa de atacar por atacar, pero el operador de Calderón era Miguel Ángel Yunes Linares (el mismo que dizque se “pelea” con su principal asesor, quien le conoce sus secretos, Enrique Ampudia Mello, hidalguense, hoy subsecretario de Gobierno de Veracruz)
Fallaron en Veracruz tanto Calderón como Miguel Ángel Yunes. Sólo ganaron 5 distritos; la Presidencial la ganaron por 1500 votos con una candidata que quedó en tercer lugar. Como era de esperarse, “aflojo” el gobierno federal y los casi 500 policías que detuvieron ya regresaron.
Les devolvieron sus cosas y los teléfonos con lo que pudieron informar a sus familias que estaban bien. No están detenidos y pronto regresarían al hogar. Pedrito pudo platicar con su padre. Se había vuelto rebelde ante la situación de incertidumbre.
Al niño le volvió el color y su madre ya hasta chifla: “¡Qué daño nos hacen cuando por el poder, se hace tanto daño a miles de seres humanos!”
Por último, no podemos comprender cómo Calderón echó a la basura a medio millón de policías, quienes conocen a los delincuentes y los caminos por donde se esconden. Los policías son mucho más que los soldados y marinos que hay en nuestras calles.
A los policías se les debió rescatar, armarlos, darles buenos sueldos por capacidades y la seguridad social, porque si les pasaba algo, sus familias quedarían seguras. Si por ahí hubiera empezado el presidente de la república, ya los criminales estarían controlados.
Los policías son seres humanos extraordinarios, pero más que reconocerlos, se les mandó a la basura. Son los que más muertos han aportado a esta “guerra” de “puntada” sin plan, ni estrategia.
Ya esto no debe suceder y deben poder regresar a los cuarteles a las fuerzas armadas, que por seguir órdenes se desgastan en imagen y ellos mismos se sienten degradados. Vaya país.
Mucha gente ha de pensar que ser policía es fácil. Hoy como nunca existen peligros no sólo en el mismo trabajo, sino en la calle. Gracias al presidente Felipe Calderón, a todos los policías, sin miramientos, los ataca diciendo que están coludidos con el crimen organizado.
El mandatario no hizo los mismos señalamientos ni con los marinos, miembros del Ejército, agentes de la Procuraduría General de la República o con la Policía Federal que comanda Genaro García Luna, quien está en la sospecha nacional de proteger al Cártel del Pacífico que comanda Joaquín Guzmán Loera (a) “El Chapo”.
El presidente Calderón ha manejado un doble lenguaje y ocupa la justicia para atacar a sus enemigos políticos. Si es cosa de aplicar la ley, ésta debe ser pareja. Los hechos lo dicen: tres generales del Ejército en la cárcel por ir a una reunión de la Fundación Colosio, que pertenece al PRI, donde se sentaron con el presidente electo Enrique Peña Nieto.
Al fin del sexenio, por fin se dio cuenta la procuradora general de la república, Marisela Morales, que su policía no servía y la desaparece. Es la única que constitucionalmente tiene la facultad de perseguir al crimen organizado. Esa facultad no la tienen ni los marinos, el Ejército y Policía Federal, que sólo son auxiliares de la PGR.
Este presidente, muy mal presidente, inició una guerra contra los narcotraficantes de pura puntada. Debió primero fortalecer a las instituciones, si es que ya tenía el diagnóstico del mal. No tenía un Ejército ni Marina preparados, quienes fueron adaptándose a estar haciendo el papel de policías hasta en sus camionetas.
Calderón se acordó a lo último y nunca resolvió que le faltaban reclusorios, por lo que utilizó los penales estatales para después atacarlos de corruptos. Apenas se dio cuenta que necesitaba un gran laboratorio de criminalística y lo acaba de crear a unos meses de su salida.
De plano, como no puede, ya los gobiernos estatales se apresuran a construir anfiteatros para guardar los cientos de muertos que no se identifican y que no estaban preparados para recibir.
Más de 60 mil muertos, más de 10 mil desaparecidos, sin contar a los casi 12 mil inmigrantes que se los tragó la tierra y la cifra aumenta. Toda la república está bajo la amenaza de la extorsión y más los que tienen negocios: Calderón niega que se hayan cerrado más de 150 mil en el país y menos va a reconocer los que no se abrieron por miedo a ser extorsionados.
En el amplio campo del país, las bandas de ladrones de ganado se han incrementado con impunidad y más en Veracruz, primer productor nacional. La población rural está migrando porque aparte de que no hay trabajo porque nadie quiere invertir, se van a la ciudad porque --aunque no se crea-- hay más seguridad gracias a las fuerzas armadas.
Volvemos a los policías. Casi medio millón en toda la república repudiados por Calderón. Aparte de ser amenazados por los criminales, no tienen ninguna protección: armas viejas, andan solos. Los malos atacan de improviso, encapuchados y hasta granadas traen.
Como no se pueden defender de los malosos, también son hostigados por las fuerzas armadas, situación que ha cambiado de manera paulatina porque ya no se dan conatos de enfrentamiento entre policías y militares.
“Veracruz Seguro” poco a poco está funcionando y no porque lo pensara Calderón, sino porque los jefes militares regionales supieron que acompañados de policías, éstos conocían los caminos y llegaban a los malosos más rápidamente.
En Veracruz estamos llegando al grado --y es grato decirlo-- de que las acciones militares se están humanizando más. Vemos a elementos de la Marina preguntando a la población su actuar y qué deben de mejorar.
Veracruz, un estado que es paso obligado del narcotráfico, gracias al programa “Veracruz Seguro” se han bajado significativamente los hechos delictuosos. No sabemos qué pasa en el crimen organizado, pero ya comentan que “los halconcillos anda muy inquietos” (personas dedicadas a informar los movimientos de las fuerzas armadas).
Cada día son apresados más malosos en la entidad, aunque se están dando ajustes de cuentas y más ahora que regresa el Cartel de Jalisco a Veracruz para combatir a los ZETAS. Las extorsiones están bajando, pero siguen. Se están cerrando negocios o los toman los delincuentes.
Una cosa piensa el presidente, y en otra los jefes militares regionales. Antes de las elecciones federales, poco a poco, se concentraba a la policía estatal, se les desarmaba, les quitaban los celulares, los esposaban y se los llevaban a lugares desconocidos.
No pudieron avisar a sus familiares. A las mujeres y maridos de los policías estatales desaparecidos no se les dio ninguna explicación más que se habían ido a un curso donde no hay teléfonos. Lo único que les daba esperanza es que recibían sus quincenas. Cerca de 500 hombres y mujeres desaparecidos.
Una cosa sí fue cierta: unos estaban en un curso en Tlaxcala, pero los demás estaban detenidos en diversos lugares del país donde eran interrogados. Calderón, buscando arrebatar las elecciones en Veracruz, no quería policías estatales que contaran lo que hacían sus enviados.
No es cosa de atacar por atacar, pero el operador de Calderón era Miguel Ángel Yunes Linares (el mismo que dizque se “pelea” con su principal asesor, quien le conoce sus secretos, Enrique Ampudia Mello, hidalguense, hoy subsecretario de Gobierno de Veracruz)
Fallaron en Veracruz tanto Calderón como Miguel Ángel Yunes. Sólo ganaron 5 distritos; la Presidencial la ganaron por 1500 votos con una candidata que quedó en tercer lugar. Como era de esperarse, “aflojo” el gobierno federal y los casi 500 policías que detuvieron ya regresaron.
Les devolvieron sus cosas y los teléfonos con lo que pudieron informar a sus familias que estaban bien. No están detenidos y pronto regresarían al hogar. Pedrito pudo platicar con su padre. Se había vuelto rebelde ante la situación de incertidumbre.
Al niño le volvió el color y su madre ya hasta chifla: “¡Qué daño nos hacen cuando por el poder, se hace tanto daño a miles de seres humanos!”
Por último, no podemos comprender cómo Calderón echó a la basura a medio millón de policías, quienes conocen a los delincuentes y los caminos por donde se esconden. Los policías son mucho más que los soldados y marinos que hay en nuestras calles.
A los policías se les debió rescatar, armarlos, darles buenos sueldos por capacidades y la seguridad social, porque si les pasaba algo, sus familias quedarían seguras. Si por ahí hubiera empezado el presidente de la república, ya los criminales estarían controlados.
Los policías son seres humanos extraordinarios, pero más que reconocerlos, se les mandó a la basura. Son los que más muertos han aportado a esta “guerra” de “puntada” sin plan, ni estrategia.
Ya esto no debe suceder y deben poder regresar a los cuarteles a las fuerzas armadas, que por seguir órdenes se desgastan en imagen y ellos mismos se sienten degradados. Vaya país.
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