Partidos fundidos o confundidos
ALMA GRANDE
Por Ángel
Álvaro Peña
Los partidos políticos en México están cambiando. Buscan alianzas,
los números no les alcanzan para 2018 y todos tienen un enemigo fuerte, y
parecen no creer en sus fortalezas. Sus propias fuerzas no les convencen como
para llegar a la Presidencia de la República con un candidato fuerte y sin
dudas sobre su triunfo electoral.
Al interior de cada partido parecieran desmembrarse sus parcelas
de poder dentro y fuera de sus organizaciones, a pesar de que la consigna es la
unidad. Muchas veces el PRI tomó la cohesión interna como pretexto para nombrar
lo que denominó como un eufemismo, “candidato de unidad”. Ahora el PRI se
debate entre la división y la unidad ante la próxima XXII Asamblea Nacional, a
celebrarse el 12 de agosto, donde un grupo importante de priistas quiere
mantener en los estatutos la condición de que el aspirante a la Presidencia de
la República deba tener como mínimo 10 años de militancia.
Así, se le cierra la puerta hacia la candidatura al secretario de
Hacienda, José Antonio Meade Kuribreña, uno de los posibles favoritos del
Presidente, y que los priistas no ven con buenos ojos luego de haber tenido el
mismo cargo en una administración panista.
Pero esta consideración estatutaria no le impide el
paso a Aurelio Nuño, quien es militante del tricolor desde 2004, también
posible favorito de Enrique Peña Nieto. Lo que quiere ese grupo de priistas es
que el Ejecutivo no ejecute ese derecho no escrito de designar sucesor.
De hecho, las tribus del PRI como Alianza Generacional y
Democracia interna, más otras que encabezan militantes sólidos del tricolor
como Ivonne Ortega, José Ramón Martel y José Encarnación Alfaro, tratan de
colocarle candados al propio Presidente para que no designe a sus alfiles.
Esta división coloca en el lado de la militancia a candidatos como
Miguel Ángel Osorio Chong y por el otro a Aurelio Nuño Mayer o el propio Meade,
que no es ni priista ni panista sino todo lo contrario.
Se dice en el PRI que el desgaste del Presidente se ha extendido
al partido y sólo con un candidato que no sea designado por él puede ganar el
tricolor, desde luego en alianza con el Partido Verde, Alianza Social, Panal. A
pesar de estas casi insignificantes adhesiones, le hacen falta números para
ganar con holgura las elecciones.
Por su parte el PAN, reconoce sin decirlo, que sus cuadros son
frágiles, empezando por Margarita Zavala que tiene el gran lastre de su esposo,
que no fue precisamente un presidente ejemplar; está también el ex gobernador
de Puebla, Rafael Moreno Valle, que tiene fama de represor y las organizaciones
que defienden los derechos humanos cada vez están más alerta sobre lo que
sucede en México en esa materia. El otro es el propio líder nacional del
blanquiazul, Ricardo Anaya, quien pareciera no estar falto de inteligencia pero
sí de experiencia.
Aunque surgen dos emergentes que si bien no pueden ser
descartados, tienen pocas posibilidades, Ernesto Ruffo, diseñador del actual
padrón de la militancia en el que muchos desconfían y el presidente de la
Comisión de Educación en el senado, Juan Carlos Romero Hicks, lo cual confirma
la carencia de cuadros sólidos.
Pero el PAN se ha enfrascado en una extraña aventura de coalición
irreversible que pareciera no hacer otra cosa más que descubrir su falta de
líderes y con ello su fragilidad. Se han propuesto llamar a esa trinchera
Frente Amplio Opositor, que en realidad a lo único que se opone es a los
cambios reales que necesita el país.
El PAN necesita de ahora en adelante del PRD, pero no está
dispuesto a darle la candidatura a un perredista, espacio para el cual ya se
apuntó desde ahora Juan Zepeda, quien fuera candidato del PRD a la gubernatura
del Estado de México y ex presidente municipal de Neza.
En el caso de Morena parece seguir desde ahora y hasta el día de
las elecciones con un solo aliado electoral, el Partido del Trabajo, que ha
jurado amor eterno a Morena y a su líder Andrés Manuel López Obrador, lo cual
deja fuera y sin posibilidad de coalición a Movimiento Ciudadano, que encabeza
el veracruzano Dante Delgado y que al parecer deberá afiliarse a algún grupo
menos a Morena, porque advirtió hace un par de meses que las pláticas con ese
movimiento son muy complicadas.
A Movimiento Ciudadano pareciera que le va mejor cuando va solo en
las elecciones porque así ha ganado presidencias municipales y varias curules
en Congresos locales.
En este escenario deberán nombrarse precandidatos en un par de
meses, pero el PRI no sólo tiene la presión de sacar un candidato de sus filas
o del grupo en el poder sino que va a requerir de un consenso más o menos
mayoritario dentro de la militancia, más aún si realiza cambios en su gabinete
el presidente de la República y desde luego, quien deberá moverse de inmediato
será el líder nacional, Enrique Ochoa Reza, que algunos lo ven en Pemex, pero
otros en la banca. En realidad quien está detrás del poder priista es la ex
secretaria de Relaciones Exteriores, Claudia Ruiz Massieu.
El rumor de cambios en el gabinete presidencial es cada día fuerte
y en San Lázaro como en el Senado se escuchan quinielas que van desde lo
absurdo hasta lo lógico, donde más de un secretario de Estado se irá al
desempleo, con miras a crear la plataforma de despegue del próximo candidato
del PRI a la Presidencia de la República. PEGA Y CORRE: Mientras se corren las apuestas
en posibles enroques en el gabinete, y se apuesta por precandidatos, Javier
Duarte de Ochoa, ahora detenido, tiene un pie en la calle y el otro en la
cárcel, y, por su parte, Gerardo Ruiz Esparza, Secretario de Comunicaciones y
Transportes, sigue tan campante en su cargo, a pesar de que todo México exige
su renuncia por su responsabilidad en la mala calidad de la obra donde murieron
dos personas y que pagó más de siete millones de pesos por la supervisión de
dicha ruta. Esta columna se
publica los lunes, miércoles y viernes.
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