Derrotar la impunidad con Unidad
ALMA GRANDE
Por Ángel Álvaro Peña
Las
elecciones del 4 de junio en Veracruz, donde se renovarán las 212 presidencias
municipales que tiene el estado, sostendrán una pugna entre candidatos, entre
partidos, peros sobre todo entre políticos de primera línea que, desde ahora,
ya hicieron historia.
Así,
la lucha electoral podría asentarse en pugnas personales entre los principales
líderes que encabezan estas elecciones.
Por
el PRI, está Enrique Peña Nieto, ante la ausencia de un líder real al frente
del CEN priista, lo que convierte estas elecciones en un riesgo para ese
partido porque lo que pierda el PRI, lo pierden, desde luego sus candidatos,
pero también logra deteriorar la imagen del propio jefe del Ejecutivo.
Por
el PAN está el gobernador Miguel Ángel Yunes, quien ha concretado una de las
promesas más sonadas y difíciles de su campaña: la captura de Javier Duarte,
aunque, se afirma que nada tuvo que ver la denuncia del mandatario estatal en
su aprehensión, a pesar de haber afirmado él que fue el detonante de su
pesquisa.
Incluso
la Fiscal General de Guatemala, Thelma Aldana Hernández, señaló que la
detención del ex gobernador no pudo realizarse antes, porque no existía una
solicitud de las autoridades mexicanas. Lo anterior no demerita el esfuerzo de
Miguel Ángel Yunes, quien fue portavoz de los avances en las pesquisas de
Duarte.
Ante
esta situación Yunes Linares también está sobre la cabeza del presidente de su
propio partido, el PAN, cuyo líder tampoco pinta como cabeza de una
organización a nivel nacional, y en este ámbito es el gobernador el que puede
allegar votos al PAN en Veracruz, y no el dirigente del blanquiazul en el país.
En
este sentido Miguel Ángel Yunes debe romper lanzas con un viejo rival
electoral, que deben ahora adoptar la postura de contrincantes y no de
enemigos, de postulantes de una realidad diferente para Veracruz a través de
sus candidatos y, de tener coincidencias, ¿por qué no?, establecer alianzas.
Morena
tiene una especie de sinónimo en sus siglas desde el momento mismo de su
gestación que es el nombre de Andrés Manuel López Obrador, como franquicia.
Aunque en este caso, el hecho de que se le llame Movimiento de Regeneración
Nacional, especifique que no se trata de un partido político, sino de un
movimiento social, donde tiene cabida todo mexicano, aunque milite en las filas
de algún partido.
El
PRD es una organización que se desmorona a causa de los excesos de sus líderes,
sus candidatos, sus funcionarios.
Hay
tres líderes que pueden mover al estado y cambiar el color del mapa de Veracruz
este 4 de junio.
La
primera coincidencia que obligadamente deben tener es la de establecer las
bases de unos comicios pacíficos, sin guerra sucia ni descalificaciones; sin
embargo, no es el único acuerdo al que deben llegar en este momento. Hay otros,
si existe la voluntad de establecer un cambio desde la víspera de las
elecciones.
Veracruz,
el estado más rico de la República, es ahora el centro de atención de todo el
país y de buena parte del continente debido a la detención de uno de los
funcionarios públicos más corruptos en la historia, el ex gobernador Javier
Duarte de Ochoa.
La
proximidad de las elecciones y la atención de los reflectores a nivel mundial
pueden servir de foco de atención para realizar elecciones ejemplares, pero más
allá de lo que puedan significar estos comicios, es necesario demostrar que la
armonía entre líderes no siempre significa rendición o sumisión sino civilidad
y apego a las reglas de la democracia.
Sería
muy perjudicial para la imagen del país que frente a los medios de información
de medio planeta haya elecciones de dudosa coordinación o de impugnaciones
severas.
La
imagen de México dependería de tres personas si las elecciones fueran las
únicas a realizarse en Veracruz, pero hay otras tres entidades donde deberá
haber pactos de civilidad antes, durante y después de la jornada electoral.
Los
líderes de estas elecciones deben reconocerse en la batalla de las urnas y en
las lides democráticas. No hay desgaste mayor que el de un improperio a un
enemigo electoral. La historia de México está llena de descalificaciones antes,
durante y después de las jornadas electorales.
El
árbitro, el Instituto Nacional Electoral, disminuye sus tareas y se convierte
en un réferi.
El
INE deberá recuperar su credibilidad en un sistema de partidos, donde los
partidos han perdido credibilidad, y es tarea del árbitro electoral rescatar la
imparcialidad que le dio origen y regresar a representar a la sociedad y no a
los partidos. Porque no hay consejero electoral que no sea evidentemente
identificado con algún partido político.
El
INE debe ser otro de aquí al 4 de junio para estar a la altura de los comicios,
pero sobre todo al nivel de los electores.
Si
los líderes de los partidos realizan con apego a derecho su función social y su
responsabilidad histórica, el INE deberá renovarse en menos de 50 días.
No
es necesario que haya una convocatoria a los líderes, a los candidatos y a los
consejeros electorales para que las campañas vuelvan a ser campañas con
propuestas, con ideas, con proyecto. Los contrincantes políticos se deben dar
la mano con la idea de competir no de aniquilar a quien tienen enfrente.
La
democracia no es un juzgado ni los resultados en las urnas son juicios
sumarios.
Si
Yunes, López Obrador, Peña Nieto, quieren ganar elecciones a través del voto,
deben hacerlo, son agentes políticos similares, y es en la diferencia de sus
ideas donde compiten y no en las diferencias de trincheras, su objetivo es
obtener el poder por medios lícitos, y en eso coinciden todos, ahora es
necesario que trabajen en ello. Que digan adiós a los rencores y pugnen por la
unidad de los veracruzanos y del país, luego de un derroche de excesos y
abusos.
Veracruz
no puede ser más sinónimo de impunidad.
La
entidad está en el ojo del huracán electoral. Los ojos del mundo están puestos
en las elecciones del 4 de junio. Su resultado debe ser incuestionable y
respetarse la derrota y la victoria, porque así lo dicta la democracia…Esta columna se publica los lunes,
miércoles y viernes.
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