La izquierda dividida será vencida
ALMA
GRANDE
Por
Ángel Álvaro Peña
En los últimos días la izquierda quiso dejar testimonio de su
peso electoral en dos sitios emblemáticos de la ciudad de México.
Primero el PRD en el zócalo de la ciudad de México, donde su
discurso fue de un partido político que se reconoce en las bases sociales, pero
que carece de líderes.
La influencia del grupo de los Chuchos en el liderazgo nacional
del partido del sol azteca, impidieron la creación de nuevos cuadros, por su
propia seguridad. En ese contexto el PRD impidió el surgimiento de nuevos
liderazgos en todo el país, principalmente en la ciudad de México, considerada
un bastión del perredismo, problema que ahora enfrentan y que coloca a la
cúpula de ese partido en un aprieto difícil de superar.
El PRD dejó de ser de izquierda para convertirse en una comparsa
del partido en el poder desde el inicio de la actual administración federal,
prueba de ello es la firma del pacto Por México, cuyas repercusiones todos
conocían, pero ninguno se atrevió a advertir ni a mencionar en ese momento. El
PRD conserva por inercia mediática y como punto de referencia su esquema de
partido de izquierda.
Luego de varios años de estar en acuerdo y en desacuerdo con el
gobierno federal, el PRD arrojó como una realidad insoslayable, lo que sucedió
el sábado pasado, 8 de abril: muchas bases sociales, pero carentes de líderes.
Por su parte, Morena, que asegura no ser partido sino
movimiento, un día después aglutina a una cantidad similar o superior a la del
PRD, en la explanada del Monumento a la Revolución. A ese movimiento han
llegado varios senadores, muchos militantes y algunos perredistas que ven en
Morena la posibilidad de llegar con mayor rapidez y facilidad a las
candidaturas de puestos de elección popular.
Son precisamente cuadros importantes los que han salido del PRD,
del PRI, e incluso del PAN, como es el caso de Fadlala Akabani, ex delegado del
PAN en Benito Juárez.
PRI y PAN no se habían preocupado por la creación de cuadros,
que es obligación, por ley de todos los partidos políticos, y ahora les sucede
lo que al PRD: un partido con militancia, pero sin líderes, sin dirigentes sin
candidatos.
En el caso del PRI, por ejemplo, lo encabeza un personaje sin
trabajo de militancia y con un discurso fuera de contexto y ubicado en el
pasado.
Imaginemos la impresión de la cúpula perredista al ver el zócalo
de la ciudad de México lleno de militantes, la necesidad de líderes para su
localidad, región, área, colonia, distrito, estado, ciudad y sin nadie que
pueda dirigir esa inquietud política. No hay líderes en el PRD, tampoco en el
PRI, y menos aún en el PAN.
Prueba de ello es que nadie sabe hasta ahora el nombre de los
tres principales perredistas que pudieran competir por la candidatura a la
Presidencia de la República en 2018, cualquiera de los posibles, son políticos
nuevos que deberán fortalecer desde ahora, para que puedan tener el arrastre
que debe poseer todo partido político en el resultado de los comicios.
Mientras tanto Morena, que recibe a los líderes del PRI y de
otros partidos, encuentra que debe reaccionar de manera diferente a las
expectativas políticas que caracterizan a las otras fuerzas y entonces debe
argumentar que no se trata de un partido sino de un movimiento social, de ahí
que se le denomine Movimiento de Regeneración Nacional, dado que su camino como
grupo político es relativamente nuevo, aunque tenga líderes que son conocidos
por la gran mayoría de la población.
Así, se muestra a una izquierda dividida. El PRD tiene en el
pasado su principal defecto, es decir, la manera en que manejó la
administración pública, en muchos casos con gran desaseo, sobre todo en las
delegaciones de la ciudad de México, donde personajes como Mauricio Toledo, en
Coyoacán o Víctor Hugo Lobo, en Gustavo A. Madero, fueron repudiados por los
propios perredistas ante sus actos evidentes de corrupción y en lugar de tener
un castigo ejemplar, son promovidos por sus amigos para convertirse en
candidatos a la gubernatura de la ciudad de México.
Pero lo que une a los partidos políticos son los intereses. Y
mientras no haya intereses sólidos que compartir o crear entre el PRD y Morena,
pocas posibilidades hay de que puedan ir juntos en una coalición electoral en
2018, en la lucha por la Presidencia de la República.
La izquierda, al igual que la derecha en México, requiere de
puntos de acuerdo para actuar; sin embargo, entre PRD y Morena pareciera haber
únicamente competencia por ver quién tiene una desbandada y quién la aprovecha
en su beneficio.
Sin embargo, los informes sobre la renuncia de un militante del
PRD y su inmediata incorporación a Morena, se convierten en golpes mediáticos
que, si bien pueden repercutir en el elector, la memoria a corto plazo
demostrada por buena parte de los ciudadanos que emiten su derecho al sufragio,
podría dejar de lado este impacto en los medios y hacer que el PRD pueda
caminar por el sendero del triunfo electoral, siempre y cuando surjan líderes
reales en sus candidaturas.
Por su parte, Morena pareciera estar firme en su definición de
movimiento y por lo tanto deberá cuidarse mucho de no parecer partido político,
pero, sobre todo, evitará aliarse con partidos, para los puestos importantes de
elección popular.
La coalición electoral de Morena con cualquier partido, puede
desvanecer la propuesta general de esa organización y en lugar de parecer un
movimiento social, podría convertirse en un partido político prácticamente por
el contagio que pudiera darle su alianza con partidos pequeños.
Así, la izquierda pareciera dividida y solitaria. Para ganar
espacios no sólo debe luchar contra sus contrincantes sino contra quienes
piensan de manera muy similar y comulgan con algunos principios de pensamiento
y acciones políticas que deben ponderar para crear una unidad.
La demostración de fuerzas que hicieron el PRD y Morena fue muy
espectacular, aunque no hubo sorpresas en cuanto al discurso o la salida y
llegada de cuadros a la cúpula de su organización. Lo realmente sorpresivo fue
que haya una militancia social en ambos casos que juntos podrían ganar la
elección de 2018… Esta
columna se publica los lunes, miércoles y viernes.
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