CON DERECHO A RÉPLICA
Por Francisco Vargas Perales
DE GUARURAS Y ALGO MAS…
Don José López Portillo (1976 – 1982), aquel
presidente de México que prometió entre lloro y lloro que defendería el peso
como un perro, era un hombre de ocurrencias que le festejaba el país. Quizás
hurgando en la historia se puede encontrar algo que como presidente haya
beneficiado a los mexicanos, su sexenio fue de chunga, algo similar al
de Vicente Fox (2000 – 2006), el lenguaraz de Guanajuato. Este fue una edición
corregida y aumentada de José López Portillo.
Pues, Don “Pepe”, como le gustaba que le llamaran
al descendiente de Caparroso, en una de esas tardes de inspiración ya
como presidente de México, indicó a los reporteros de la fuente de la
presidencia, que era necesario crear una escuela de guaruras. Quizás Jolopo se adelantó a sus tiempos o
veía que la inseguridad en el país iba in crescendo, de tal forma que
amenazaba no sólo al ciudadano común, sino que Treinta y seis años después
vemos, nos damos cuenta, cuánta razón tenía este locuaz presidente. Ahora vemos
que el trabajo de guarura (antes recibían el nombre de guarda espaldas o muy
pomposamente, ayudantes), es muy solicitado por los servidores públicos que se
sienten molestados y era necesario protegerse del pueblo con sus
exigencias o simplemente para retirar a un molesto peticionario que quiere el
arreglo de su calle o colonia, en el caso de los presidentes municipales.
O cubren la graciosa huida de un funcionario cuando no logró calmar al pueblo
que tiene hambre o se siente amenazado ante tanta inseguridad que estamos
viviendo.
Es curioso y raya en lo divertido ver a los
presidentes municipales pueblerinos que se hacen acompañar de un número de guaruras.
Decía el General Álvaro Obregón, también expresidente de México, que según el
miedo es la pistola. Pues, el ciudadano común puede observar como los
llamados guaruras “protegen” al presidente municipal. Me gustaría
describir al tipo de guarura contemporáneo, pero ese derecho se lo dejo a
usted, amable lector.
Alberto Silva Ramos (2010-2013), expresidente
municipal de Tuxpan, nuestro pueblo, como todo un mandatario, se hacía
acompañar de un número impresionante de guaruras, que sí impresionaban, nunca
los conté, pero sí impresionaban. Y desarrollaban bien su trabajo estos
señores, sabían de su trabajo, quizás eran egresados de alguna escuela de
guaruras, de aquellas que hablaba Don José López Portillo.
Para las personas que no tienen mayor quehacer,
como en mi caso, que gusto de apostarme por las tardes en alguna esquina del
centro de la ciudad a ver pasar a mis coterráneos y saludarlos, fue
divertido ver pasar en varias
ocasiones al exalcalde Silva Ramos con
su camioneta blanca (era blanca, no sé porque), presidido por
impresionante operativo de seguridad, lo llevaban sus guaruras, diría el
vulgo. Pero era divertido ver pasar al alcalde en su camioneta rodeado de
su equipo de seguridad.
Me sucedió en el pueblo de Cerro Azul, fui a ese
lugar con la intención de entrevistarme con la entonces alcaldesa Ludyvina
Ramírez Ahumada ( 2014-2017), quién nunca me recibió a pesar de haberme
anunciado tantas veces con su secretaria y tratar de pasar ese filtro sentado
en la antesala de su oficina. En una ocasión, un poco molesto,
probablemente aburrido, salí de palacio municipal a la placita del lugar y me
encontré que ahí se desarrollaba un acto que presidía la exalcaldesa
en mención. Ni tardo ni perezoso me dispuse a ir hacia el lugar de la
ceremonia y al término de la misma quise aprovechar el momento para hacerle una
entrevista, de aquellas que siendo gobernador del estado don Miguel
Alemán Velazco, le llamaba entrevista banquetera.
Me dispuse, decía, a hacerlo, cuando fui obstruido
en mi paso por el clásico guarura, con un gesto adusto quien me espetó, así sin
más ni más: señor, hay que guardar el protocolo. Lo vi, lo observé como
pensando cuál sería la capacidad de respuesta de este elemento de
seguridad. Y después de medir fuerzas con el pensamiento y notar su
corpulencia y su forma decidida a demostrar que si sabía de su trabajo, decidí
llevar la fiesta en paz y un tanto molesto le dije: mucho protocolo para este
pueblo. Como colofón le digo a usted amable lector, que logre hablar unos
segundos con la alcaldesa en mención, quién me prometió una posterior
entrevista que nunca se realizó. Pero ante lo impresionado que
me dejó la actitud del guarura, mejor prefiero guardar el protocolo a todo
lugar donde me presento.
Le decía, es divertido ver a los presidentes
municipales pueblerinos acompañados de su equipo de seguridad, a lo mejor el
horno no está para bollos, como decían los viejos aquí en
el puerto. Martín Cristóbal Cruz (2014-2017), un muchacho que se
desempeñaba como presidente municipal de la villa de Tamiahua, fue muy
saludador como candidato, pero después como
alcalde de ese pueblo, ya era una personalidad y cargaba con su equipo de
seguridad, que aparte de resguardarlo físicamente, lo ocupaba también para
quitarse molestos reporteros o voceadores que gritan las noticias por las pocas
calles de su pueblo. Este hecho no es nada nuevo, lo hacían los caciques
pueblerinos en tiempos del Porfiriato. Nada más que en aquellos ayeres al
personal de seguridad se les llamaba guardias blancas. Ahora el pueblo
insiste en llamarles guaruras.
Esto de los guaruras o mejor dicho, la escolta de
funcionarios, es algo a lo que el pueblo no se termina de acostumbrar y por lo
mismo personas resultan golpeadas por la ayudantía de los políticos o
servidores públicos, como sucedió en forma reciente en la ciudad de Orizaba con
los escoltas del candidato a diputado federal del Partido Verde Ecologista
(PVEM), José Abella García, quién llega a sus mítines de campaña acompañado de
un buen número de “ayudantes” quienes portan armas cortas y largas. Y gentes
del pueblo le manifestaron a Abella García su repudió retirándose el candidato
del lugar, no sin antes dejar a su ayudantía para que resolviera el asunto. Y los
sujetos de marras ni tardos ni perezosos arremetieron a golpes con los que emitían
reclamos, saliendo a relucir las armas. Bien decía el General Álvaro Obregón
que según el miedo es la pistola y el vulgo dice que las armas las carga el
diablo y las descargan los penitentes. Y
mientras tanto al candidato Abella del Partido Verde Ecologista este incidente ya
le restó votos. Yo digo y nada más y
hasta la próxima D.M.
Para Réplica o Comentarios se pone a su disposición
el correo electrónico franciscovperales@hotmail.com
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