Campañas prematuras
ALMA GRANDE
Por Ángel
Álvaro Peña
Las precampañas se disfrazan de campañas y los líderes de los
partidos, lo mismo que los candidatos a la Presidencia de la República dan a
conocer su postura sobre la realidad de un país que exige congruencia entre los
contendientes.
De nada sirvió que se designará a un notario público para hacer
constar las promesas de campaña, si luego ese notario desaparecería o
simplemente seguiría con su trabajo sin hacer caso de lo que había plasmado más
de un candidato a algún puesto de elección popular. Se echó mano de los
notarios públicos para que hubiera un testimonio de que la promesa se
concretaba en la realidad. Ninguno de los candidatos que acudieron a un notario
ha cumplido al 100 por ciento, a lo largo y ancho del país.
Las promesas de campaña están hermanadas con otro factor propio de
los tiempos electorales que son las encuestas, donde se encuentra un abanico
extenso de formas y estilos de realizarlas. Los métodos rigurosos de las
encuestas siempre tienen cuestionamientos por claros y rígidos que sean.
Las encuestas no son cálculos al azar ni tendencias manipuladas
hacia el candidato o partido que paga para elaborarlas. Son, o deben ser,
información real y objetiva sobre el panorama electoral, no para condicionar el
voto sino para motivar a ejercer el derecho al sufragio.
En los últimos días los resultados de algunas encuestas motivaron
la ira de ciertos líderes de los partidos políticos competitivos en la
contienda por la Presidencia de la República, los resultados no son los
deseados, aunque sí los esperados y todo tiene una explicación.
Los resultados cuestionados no variaban mucho de otros anteriores
y paralelos en el tiempo, pero lo que movió la molestia de los priistas
principalmente fue el espacio, no el tiempo.
En una primera plana se colocaba al PRI y su precandidato en un
tercer lugar en las preferencias electorales, en la intención del voto.
Lo que debe apreciarse es que hay una competencia electoral
desigual, que es notoria sobre todo en tiempos de precandidaturas. El
precandidato del PRI, por ejemplo, surge a la vida política del país como un
secretario de Estado dedicado a cuestiones administrativas eminentemente, la
política la practicó cuando fue secretario de Relaciones Exteriores, casi tres
años, de 2012 a 2015.
Así, surgido de la administración pública, sin militancia
partidista y con una experiencia eminentemente financiera, por su paso por
Hacienda y Sedesol, la efervescencia de un precandidato como José Antonio
Meade, debe comenzar a madurar en el inicio de la campaña, todavía es turno de
la militancia consolidarlo como su candidato.
Mientras que los otros dos precandidatos Andrés Manuel López
Obrador y Ricardo Anaya, tienen en la política su trayectoria completa. El
primero lleva más de doce años en campaña; el segundo, desde que fue designado
por Calderón, subsecretario de Turismo al final de su sexenio, se ubica bajo la
luz de los reflectores de la política.
Ambos tuvieron reflectores con significados políticos, su vocación
mostró cualidades y defectos, pero siempre en el ámbito de la vocación de
servicio.
La historia de Meade no por ser menos política desmerece o puede
ser menor, llega a la contienda electoral, pero no parte de cero, sino que
remonta su propia trayectoria y acude a su experiencia personal para
sensibilizarse en la práctica de la precampaña y mostrar de lo que puede ser
capaz.
La desigualdad temprana de las campañas, que advierten ventajas
efímeras puede cambiar de un momento a otro y no deben mover la ira de quienes
quieren que siempre todo sea perfecto. Así, las encuestas seguramente se
modificarán y darán un resultado más real de la contienda que se definirá el
próximo 1 de julio.
No puede acusarse de irresponsabilidad a las encuestadoras ni
pensarse derrotado en la víspera, es tiempo de espera y de consolidación. Ante
todo, de fortalecer la militancia de un candidato que surge de la ciudadanía y
debe mantenerse independiente de la cercanía y disposiciones del partido que lo
lanza a la contienda.
Remontar desde la administración pública a la política no es
fácil, pero tampoco sería la primera vez que un candidato creciera
aceleradamente viniendo de un segundo o tercer lugar.
No debe haber motivo de enojo ni razones para cuestionar un
trabajo que debió realizarse con pulcritud y precisión. Ahora lo que queda en
el destino de los candidatos es luchar por la transparencia de los resultados y
darle credibilidad a las elecciones.
Por su parte, los candidatos independientes, pueden aliarse para
contender; sin embargo, el panorama de la recolección de firmas y las dudas
sobre su legitimidad, harán que el electorado regrese a confiar en el sistema
de partidos del que en un momento dado está cansado el ciudadano y en su falta
de dinámica está desgastado.
Tal vez es por ello que el PRI haya seleccionado un candidato de
la población, y éste debe retirarse lo más posible del partido, demostrar que
es ciudadano a pesar del instituto político que lo lanza. Meade tiene la
responsabilidad de hacer alianza con la población más que con el partido que lo
impulsa.
Tiene que justificar su calidad de ciudadano para acercarse a la
gente y rescatar la diferencia de tiempo y espacio que el significado político
exige.
Las encuestas reflejan el escenario de precampañas y de ninguna
manera anuncian derrotas o victorias, simplemente informan. Las encuestas son
como el pronóstico del tiempo, se sabe que mañana va a hacer frío, pero en seis
meses pueda que haya canícula. PEGA
Y CORRE. – El día de ayer, el titular de la SEDENA, Salvador
Cienfuegos; el gobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes, y mandos de la
Marina-Armada de México, Policía Federal y Fuerza Civil, supervisaron varios
retenes de seguridad en los municipios de Coatzacoalcos, Acayucan, Minatitlán,
al sur del estado además de Xalapa, para apoyar a la población en la creciente
violencia que vive la entidad y que parece que, en lugar de disminuir,
crece… Esta columna se
publica los lunes, miércoles y viernes.