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•Un jefe de prensa leal
•Enseñanzas
de Goebbels
Luis Velázquez Diario de un reportero
Veracruz.
10 de Mayo de 2014.- DOMINGO Un jefe de prensa leal -Joseph
Goebbels es Ministro de Información y Propaganda de Adolf Hitler. Descubre,
entonces, que la cúpula eclesiástica de Alemania prepara otra protesta en
contra del Führer tocando las campanas de las iglesias de todos los pueblos
al mismo tiempo en franca y desafiante oposición.
Así, y como responsable de la comunicación social y la imagen del jefe máximo
toma la decisión y la noche anterior de la protesta ordena a los soldados que
secuestren las campanas de todas las parroquias.
Y conjura la protesta.
Escribe en su diario en 1942: “Luchamos por defender nuestras vidas y quien
se cruce en nuestro camino tiene que pagarlo caro”.
Un colaborador le pregunta de acciones más drásticas, como por ejemplo, la
expulsión de los sacerdotes de Alemania.
Dice: “La iglesia aún es poderosa y tiene relaciones con grupos económicos de
poder. Todo a su tiempo”.
Un día después, el 5 de marzo, escribe: “¡Cómo me gustaría ser por una
quincena jefe de propaganda en París! ¡Me esforzaría muy poco para volver
locos a los parisienses!”.
LUNES
“La noche de los cuchillos largos”
Desde
alguna zona clandestina de la sublevación ciudadana se conspira en contra de
Hitler. Goebbels investiga y detecta que en imprentas rústicas imprimen
libros, periódicos, revistas, folletos, volantes, trípticos evidenciando al
Führer.
Habla con Hitler. Hitler le dice que tome las acciones que desee pero que
actúe lo más pronto posible. Y sin errores.
Goebbels, sin embargo, todos los días luchaba por ganarse el respeto y la
confianza y el afecto de Hitler. Incluso, actuando con mayor temeridad que el
cuartel militar del Führer para inspirar miedo y temor. El político, decía,
sólo es respetado cuando infunde miedo.
Una noche (por lo general operaba de noche) al frente de una legión de
soldados cae de sorpresa en todos los hogares donde tienen imprentas
clandestinas y distribuyen libros.
Se incautan libros. Se incautan las imprentas. Se incauta el papel. Se
incauta la tinta. Y detiene a los jefes de familia.
Y concentra a todos en la plaza pública.
Hacia medianoche consume su felonía: en el zócalo, donde años antes Hitler se
ganara la vida como payasito los fines de semana, quema todos los libros, los
periódicos y el papel. Y destroza a marro limpio las imprentas.
En medio del fuego sólo se miraba la figura hipnótica de un metro con diez
centímetros de Goebbels.
MARTES
El
silencio mediático
Rommel
era el segundo de Adolf Hitler en la guerra. Pero le fascinaba la enagua.
Más, mucho más, las orgías, compartiendo fiestecitas con uno que otro
general.
Así, contrataba los servicios de prostitutas, edecanes, modelos, artistas, y
se encerraban en un palacio que tenía en las goteras de Alemania.
Nunca Goebbels aceptó la invitación, aun cuando, claro, era uno de los más
infieles del equipo del Führer.
Investiga a Rommel porque, de pronto, las orgías se vuelven públicas y se
convierten en un escándalo. Y dañan, por tanto, la imagen de Hitler, quien
era un hombre discreto, discretísimo en su vida sentimental y, además, tenía
prohibido que alguien de su equipo de gobierno se divorciara.
Rommel era vanidoso y frívolo. Mediático. Caía seducido ante la línea ágata.
Le obsesionaba salir en portada de la prensa escrita. En las revistas. En las
notas radiofónicas.
Enfurecido; pero con toda la sangre fría que le caracterizaba, Goebbels habla
por teléfono con todos y cada uno de los directores de periódicos y les
ordena que a partir de la fecha ni un boletín ni una foto publicaran sobre
Rommel.
Simple y llanamente, el silencio mediático a su alrededor.
Goebbels lo doblegó. Le había asestado un mega madrazo en su punto débil.
MIÉRCOLES
El político más infiel
Goebbels
era infiel. Y se cuidaba de que sus amoríos trascendieran para evitar la
furia de Hitler.
A veces, transcurrían semanas y meses sin una cita furtiva con sus amadas,
pues tenía tres, cuatro al mismo tiempo.
“No soy albañil” objetaba a sus amadas cuando le reprochaban su ausencia:
“Soy el Ministro de Información y Propaganda de Hitler” les decía.
Pero, al mismo tiempo era celoso. Y pensaba que sus mujeres le engañaban.
Un día, advirtió a una: “Si descubro que me eres fiel, primero, delante de ti
lo mato a él. Y luego te mato a ti”.
Las tenía, pues, aterrorizadas.
Y más, porque sabían que cuando Hitler se iba a la guerra, dejaba a Goebbels
al frente del gobierno alemán.
Goebbels halagaba tanto a Hitler que, por ejemplo, le decía: “Sus ojos azules
se parecen a las estrellas que rigen mi vida”.
En materia civil fue el hombre más poderoso de Alemania luego del Führer.
JUEVES
El
pequeño calumniador político
En
el resto de Europa Goebbels detectó que Hitler tenía una mala imagen.
Entonces, fundó periódicos en cada región europea para contrarrestar.
Había en Alemania artistas opositores, firmes en sus convicciones. Entonces,
creó una elite de actores fans de Hitler y financió sus obras teatrales.
Dueño de los titulares en los periódicos y los noticieros radiofónicos, un
día sintió que faltaba una tuerca a la estrategia comunicativa. Entonces,
financió películas sobre Hitler.
Deseoso de multiplicar el sueño de Hitler en el mundo envió enlaces
diplomáticos al resto del mundo y abrió las puertas a los reporteros del
planeta. Por ejemplo, concedió una entrevista exclusiva con Hitler a José
Pagés Llergo, el legendario director fundador de la revista Siempre!
Un día confirmó que un artista se había convertido “en un pequeño calumniador
político”.
Examinó ‘’con todo detenimiento el asunto y resultó que había lanzado una
acusación contra Hitler impulsado por la envidia que tiene a un actor mejor
que él.
Le he enviado una seria advertencia, diciéndole con entera claridad que no
toleraré que los artistas de cine divulguen rumores infundados y estúpidos,
que únicamente pueden convenir a nuestros enemigos.
No voy a consentir que lo hagan, por muy geniales que se crean.
Herr Jannings tendrá que someterse al código general de la ley moral
nacional, y si no lo hace… sufrirá las consecuencias”.
VIERNES
Glorificar
a Hitler
Hitler
está en plena guerra soñando con dominar el mundo. Ha seducido a José Stalin.
Menosprecia a Winston Churchill. Le causa alergia Franklin Delano Roosevetl
que se tarda en decidirse.
“El hambre y el frío están a la orden del día” escribe Goebbels en su diario.
Y agrega: “Las gentes que se sienten tan cruelmente maltratadas por el
destino no son capaces de hacer revoluciones”.
Así, determina que los soldados que más sufren son los submarinos.
Escribe: “Me interesa que reciban literatura amena y divertida. Siempre hay
ideólogos en nuestros medios que creen que nada hay más agradable para el
tripulante de un submarino, cuando sale de la sala de máquinas sucio de
aceite y cansado, que leer El mito del siglo veinte. Es una estupidez.
Ese individuo, naturalmente, no tiene humor para pensar en cosas profundas ni
para desear que se le aleccione con respecto a su actitud ante los grandes
problemas humanos.
Está viviendo su vida y no necesita sermones de nadie. Tiene ansias de divertirse
y hemos de proporcionarle literatura, programas de radio y música de tipo
ligero.
Procuro seguir esta política en nuestras emisiones, en nuestras películas y
también en nuestra literatura.
Después de la guerra podremos volver a hablar de educación ideológica”.
Nada, pues, escapaba a Goebbels en su estrategia de comunicación social para
glorificar a Hitler.
Por eso, cuando la guerra está perdida, Hitler le pega un tiro a su esposa,
Eva Braun, muchos años su amante, y luego se suicida.
Y, por añadidura, la esposa de Goebbels envenena a sus hijos, y luego
Goebbels la mata y también se suicida.
Con todo, y no obstante el genocidio de 6 millones de judíos, nunca lograron
el sueño de dominar el mundo. Pero fueron quienes más lejos llegaron.
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