Profeco, la cloaca
del sexenio
ALMA GRANDE
Por Ángel Álvaro Peña
La cloaca que representa la corrupción en el país confirma que en
México no falta dinero, sino que sobran ladrones y en la dependencia que
encabeza el regiomontano Ildefonso Guajardo Villarreal, empezó a salir pus en
las direcciones generales de la Profeco, al encontrar a José Guadalupe
Aguirre Solís, Director de Verificación y Vigilancia, con 275 mil pesos en
efectivo, cuando viajaba en una camioneta. Pero el funcionario de Profeco, que
seguramente venía de extorsionar a los gasolineros, no estuvo mucho tiempo
detenido, bastó una llamada de muy arriba para ser liberado. Una expresión muy
clara de lo que se ha dado en llamar, y con mucha razón, la mafia del poder.
El funcionario Aguirre Solís, depende directamente de la oficina
de otro regiomontano, Raymundo Rodríguez Diego, subordinado directo del
procurador Rogelio Cerda Pérez, regiomontano también, quien estuvo al servicio
del entonces gobernador de Nuevo León, José Natividad González Parás,
relacionado con las irregularidades que hubo en la construcción de la Torre
Administrativa, licitada en 2007, construida por una empresa subsidiaria de
Odebrecht.
El Órgano Interno de Control aseguró que dará seguimiento al caso,
para definir si existe responsabilidad. La extorsión de los funcionarios de la
Profeco a las gasolineras, obteniendo millones de pesos diariamente, llega a la
oficina de Cerda Pérez y es destinado a la guerra sucia contra Andrés Manuel
López Obrador y su equipo.
Este hallazgo es sólo la punta del iceberg de las múltiples
anomalías que existen en la Profeco. Hagamos un poco de historia.
Desde su inicio, la Procuraduría Federal del Consumidor surgió
como una contradicción, más que un apoyo al comprador de bienes o servicios.
Nadie, con dos dedos de frente, podría imaginar la asociación de
una procuraduría que castigara los excesos de los comercios y que, al mismo
tiempo, dependiera de la secretaría encargada de subir los precios de esos
mismos bienes y servicios.
Luis Echeverría inauguró la dependencia como una manera de cerrar
con broche de oro un sexenio en el que se esforzó inútilmente por ser popular,
equitativo, incluso socialista. Quería borrar la culpabilidad de la matanza de
Tlatelolco e intentó ofrecer una oportunidad al desamparado consumidor.
El consumidor no se fortaleció con la Profeco, sólo se confundió,
y los precios subieron dentro y fuera de la norma. Sin embargo, la existencia
de Profeco se convirtió en el principal extorsionador del país, con disfraz de
justiciera.
La presión que ejerció la Profeco contra comercios obligaba a los
empresarios a darles canonjías a los empleados de la procuraduría.
Así, los funcionarios de
esta procuraduría actuaron como verdaderos coyotes, y viajaban gratis, comían
en restaurantes de lujo sin pagar ni la propina, se hospedaban en hoteles de
cinco estrellas sin desembolsar un peso. Todo bajo la amenaza de cerrar, de
difamar, porque si los comerciantes o prestadores de servicios no cedían a las
presiones simplemente su nombre iba a dar a una lista negra que la Revista del
Consumidor se encargaba de difundir por todo el país. Por si fuera poco,
quedaba registrado en un banco de datos que podría consultarse en el portal de
la Profeco.
Es decir, la revista que debió servir para orientar el consumo era
una trinchera contra los comercios o empresas que no permitían que sus
funcionarios corruptos se aprovecharan de su posición, y llegaban al extremo de
cerrar empresas, cancelando fuentes de empleo que estaban de por medio en su
inmisericorde actuación.
La extorsión se institucionaliza en la Profeco convirtiéndose en
una mina de oro para los funcionarios hasta sustituir a la Lotería Nacional
como la caja chica del gobierno federal.
Anteriormente la Lotería servía para cumplir los caprichos más
exóticos de la primera dama o de auxiliar financiero en campañas políticas
difíciles, hasta que los excesos de los funcionarios quebraron una institución
de Asistencia Pública.
Su lugar fue tomado por la Profeco, de donde, se asegura, se
desvió mucho dinero hacia la campaña de Meade y actualmente sostiene buena
parte de la guerra sucia que se ensaña con el próximo gobierno federal través
de memes, rumores, chistes, especulaciones, mentiras, distorsiones, críticas
infundadas, cuestionamientos ilógicos, buscan defectos inexistentes en los
nuevos funcionarios, etc. El gran Mecenas de la guerra sucia contra Andrés
Manuel López Obrador antes, durante y después de la jornada electoral es la
Profeco.
Porque en el rubro de las gasolineras tienen amenazadas
prácticamente a todas, a lo largo y ancho del país. Estén dentro o fuera de la
legalidad las gasolineras que no aceptan pagar la renta de la corrupción, los
encargados de Profeco, les cierran, los multan, y, por si fuera poco, los
exhiben como lugares donde venden litros de 800 mililitros.
La estructura de Profeco no empieza o termina en las oficinas de
José Vasconcelos No. 208, tiene su casa matriz en la Secretaría de Economía que
encabeza Ildefonso Guajardo, quien llamó a un grupo de regiomontanos a
perpetrar un gran fraude en nombre de la aparente justicia al consumidor
mexicano.
La estafa orquestada en Profeco tiene como gran recaudador a Pedro
Fernando Flamand Gutiérrez, coordinador general de Administración y cuyo jefe
directo es el procurador y de él depende el director general de recursos
materiales y servicios generales que es el Lic. Ramón González Dillon, también
regiomontano, traído de su tierra por el propio procurador para que le hiciera
bien las cuentas de lo que se extrae de los empresarios, principalmente
propietarios de gasolineras, para darle curso adecuado. Es decir, a las
campañas políticas del PRI, porque ahí también está el nombre de Gerónimo
Sergio Gómez Cantú, Director de Adquisiciones y Obra, apodado el Maestro, yerno
nada menos que del priista Enrique Jackson Ramírez, quien pide que le digan
“maestro”.
Todo este proceso de depuración, distribución y limpieza de dinero
de la Profeco se realiza por el personal de la Coordinación General de
Administración, al mando de Pedro Fernando Flamand Gutiérrez, con más de 44
años de experiencia en la administración pública y orgulloso de pertenecer al
Grupo Atlacomulco. Ahí se maneja todo el dinero que manda la Secretaría de
Economía para Profeco, que no es poco.
La Profeco no es una dependencia para la población, es el medio a
través del cual se hacen de dinero sucio los hombres del poder para hacerle la
guerra a los enemigos políticos y en el trayecto del dinero, dale un pellizco
para los bolsillos propios. Seguimos investigando. PEGA Y CORRE. – De la
tierra donde El Bronco
prometió cortar las manos los rateros, algunos de ellos debieron llegar sólo
con una mano de su tierra, y otros ni con la derecha ni con la izquierda.
Mancos… Esta columna
se publica los lunes, miércoles y viernes.
Dudas y comentarios:
angelalvarop@hotmail.com
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